La cultura del circo tradicional a través del ojo de Francisco Bermejo

El fotógrafo Francisco Bermejo durante 10 años ha recorrido 6 regiones del país retratando la vida de más de 60 circos tradicionales. En este espacio comparte con Revista Saberes de Circo la profundidad su búsqueda artística y algunas de las imágenes en las que logró acercarse íntimamente a la persona retratada. Su obra es exhibida hasta el 6 de octubre en el GAM

Por Germán Liñero
Fotos: Francisco Bermejo.

“Tras observar las imágenes del trabajo de Francisco Bermejo, cada uno se va apropiando y ensoñando con los circos chilenos que conoció con su madre, con sus padre y hermanos, es decir como estos forman parte de nuestra propia y personal historia”. (Gonzalo Leiva Quijada, Instituto de Estética Pontificia Universidad Católica de Chile)

 

 

 

¿Cómo llegaste a la fotografía?

Yo partí estudiando cine, pero después de hacer mi primer corto en la escuela (Escuela de Cine de Chile), entendí que para hacer cine necesitas sumar a mucha gente para un proyecto personal, pedir muchos favores, acarrear un equipo muy grande de técnicos. Entonces yo creo que derivé medio inconcientemente a la fotografía, que te permite abordar tu proyecto personal pero… solo.

Es un trabajo super solitario que, en mi caso, involucra solo obsesiones personales: cuando me da por un tema puedo estar cinco, ocho, quince años ahí, siguiéndolo. Y no solo tratando de entender la visualidad de ese tema sino todo lo que involucra ese tema, con todas las capas posibles que me permitan acercarme más, que no tiene que ver solo con el ejercicio físico de acercarse sino con el ejercicio emocional e intelectual de acercarte a tu objetivo y de poder resolverlo de la mejor manera. No creo que yo pueda lograr algo medianamente bueno si no entiendo el tema, si no lo vivo, si no soy parte de él. Como decía Robert Cappa, “si tu foto no está suficientemente buena, no estás lo suficientemente cerca”.

 

¿Cómo llegaste al tema del Circo?

En el estudio de referentes fotográficos me empiezo a topar con que es una constante en fotógrafos que yo admiro. Aunque muchos no lo abordan como series completas sino como pequeñas pulsiones, igual me parecía peligroso meterme porque lo veía como un cliché, como algo recurrente y que ya lo habían abordado estos fotógrafos que me gustaban y que eran visualmente extraordinarios. Hasta que un día, en un verano (2009) en que salimos hacia el sur con Pilar decididosa tomar fotos de ciertos personajes que yo tenía en mente, al tercer día casi por casualidad entro a un circo en Bucalemu, saco las fotos y empiezo a meterme de a poco, entendiendo la lógica desde la cultura popular, más allá del espectáculo sino de que esta comunidad se movía, tenía sus propios códigos, que los heredaban entre generaciones. Eso es lo que más me llamó la atención: la vida familiar, el cómo resuelven el día a día, los distintos roles. Entonces pensé que si lo hicieron esos otros fotógrafos, a lo mejor puedo asomarme a “mi propio circo”, sea porque es el de mi país o porque es la forma en que lo miro estéticamente. Igual, como te decía, me daba mucho miedo caer en el cliché de hacer tres o cuatro fotos para decir que yo también había fotografíado circo.

¿Cómo se llamaba este primer circo al que accediste?

El “Circo de Colombía”, así se llamaba. Era un atardecere con el circo abajo, verde verde todo el entorno. Era una maravilla. Me acuerdo que llegamos y nos recibió una chica llamada Poly Gálvez. Pedimos permiso para entrar a tomar fotos y nos dijo que bueno. Ahí entré y me tiré ocho rollos de una, de hecho yo creo que es el circo que tiene más fotos. Y después nos dice “¿quieren tomarse una tacita de té?”, y ahí nos presenta al papá, al tío, a los sobrinos, a todos. Al final los retraté a todos, y la conversación además no paró más. Se nos hizo de noche y nos invitaron a la función. Y después nos dijeron que pasaramos la noche allí (el auto lo teníamos acondicionado para dormir en él) integrados a la caravana. Al día siguiente tomamos desayuno con ellos y nos dicen que vayamos a visitar el siguiente pueblo donde unos primos tenían otro circo. Fuimos y cuando les dijimos de donde veníamos nos recibieron con comida, saqué nuevas fotos, y ahí ese verano se transformó en veinte días de ir pueblo por pueblo, contacto por contacto fotografiando circos. Llegamos hasta Puerto Varas y encontramos treinta circos.

Si el desafío era encontrar una mirada propia, ¿por dónde abordaste fotográficamente el mundo del circo?

Para mi el enganche fue absolutamente con lo menos “práctico”, con lo humano, con la característica super humana que tiene la gente de circo. Y el hecho de enfrentar el desafío de poder entrar en esa dimensión, porque hasta bien avanzado el trabajo, era un acercamiento desde el límite, desde la frontera. Entonces también era un desafío traspasar esa frontera. Y eso de a poquito, entendiendo que eran dinámicas super familiares, de conjunto, como de tribu, es cuando empiezo a entrar allí, de una manera super respetuosa, entendiendo las diferencias. Si bien es cierto son chilenos en el sentido global del término, había que entender y respetar esa particularidad de ellos para lograr traspasar la frontera y lograr lo fotográfico. Entonces era sentarse horas de horas a tomar té, ayudar a desarmar, y conseguir que no lo vieran a uno como un ladrón de imágenes sino que como alguien que podía aportar desde un determinado punto de vista y compartirlo con ellos.

Siempre creo que hay un ida y vuelta en este oficio, y que lo que te entregan es más de lo que uno puede entregar, y una vez entendiendo y tratando de dar a entender lo que uno quería hacer se empiezan a abrir las puertas y, de creer que uno con cinco circos ya resolvía el tema visual, pasaron a ser sesenta, y podrían ser más también.

¿Hubo un crecimiento en tí como fotógrafo luego de este recorrido?

Yo creo que mi trabajo se “pulió”. Lo que a uno le gusta lo va sorprendiendo día a día, pero con el tiempo uno va teniendo más claro lo que no le gusta, desde lo super técnico hasta lo más emocional, lo más personal. Por ejemplo desde lo técnico sé cual es mi formato y no lo cambio, y solo uso dos lentes. En lo emocional (y también técnico), la persona que voy a retratar debe tener conciencia de que yo lo estoy retratando, y tiene que darme un espacio y un tiempo para hacerlo, así como yo me doy el tiempo para sacar de la situación y de él o ella lo mejor que pueda otorgarle. Osea es un trabajo de conocimiento, de acercamiento. No es para nada azaroso.

Se dice que siempre hay una espectativa en la persona que se deja retratar o entrevistar, que autoriza a alguien a entrar un poco más al interior de su intimidad. ¿Cuáles crees que eran las espectativas de algunas de las personas de circo que se dejaron retatar por ti?

Lo primero que diría es que se trata de un trabajo con artistas. Y el artista es alguien que en esencia busca provocar una atención sobre su persona o su personaje. Eso es lo que lo mueve. En ese sentido creo que es más facil que con otros entrevistados o retratados ya que lo que se “negocia” entre el fotógrafo y el artista está más o menos claro. Yo más que verbalizar tanto mi intención o la posible tribuna o escenario que pudieran tener estas fotos, yo hago más bien un ejercicio protocolar con la persona a quien voy a retratar. El solo hecho de cumplir con un protocolo de acciones físicas como preparar, la cámara, el trípode, medir la luz (trabajo en formato 6 x 7 análogo blanco y negro), hace que la persona entienda que es un trabajo en que tú te estás tomando el tiempo para hacerlo profesionalmente, y eso desde la perspectiva de ellos provoca una cierta admiración, porque entienden que ahí hay un rito, y ese es el rito que yo alimento. Igual hay una conversación previa, que no tiene que ver nada con la fotografía y en la que, en algún momento, yo le pregunto a la persona si le puedo hacer un retrato, y según la entrada que yo haya tenido con ella, la honestidad de la conversación o el interés, la persona accederá o no a lo que le estoy pidiendo. Después se produce una situación que me gusta mucho, porque cuando ya está tomada la foto del retrato paso a estar invisible, porque ya la hice. Entonces ya puedo estar en los lugares liberado de toda la tensión inicial, y es el retrato el que te otorga esa oportunidad.

¿Cómo percibes que las personas a quienes has fotografiando reacciona con tus fotos?

Trato de hacer un ejercicio que debería hacerlo mejor (soy bastante disperso), y que es ir a mostrarles las fotos antes de ser publicadas. Son circos en los que he estado a lo mejor hace dos o tres años. Generalmente las vemos en las casillas y llevo copias que reparto o entrego. Ellos entienden el rito y la importancia, y les gustan muchas veces las fotos. Es bien bonito y debiera hacerlo más pero me cuesta organizarme, saber “chuta, de dónde era este circo o quién era esta persona”. Son muchos circos y como ocho mil fotos, pero lo he hecho.

Lo otro es que estoy seguro de que si aguanto un poco las fotos y las series y todo eso, creo que el tiempo le otorga mucho más valor a las fotos. Es distinto si llego con una foto que tomé donde una familia luego de una semana, a que si llego seis u ocho años después. El niño de una foto ya habrá crecido o como en esta otra foto (muestra una foto), “Chamaquito”murió hace tres años y la familia sabe obviamente que existe esta foto. O las fotos en las que aparecen animales; hoy día no hay animales en los circos, con suerte un caballo o unos perros amaestrados. Entonces esto (muestra otra foto de un niño con un ciervo junto a una carpa) ya no se ve más. Finalmente uno encierra de alguna manera una época que se podrá o no criticar, pero era parte de un momento del circo chileno.

¿Cuál sería el foco de un trabajo sobre el circo hoy, a casi diez años de tus primeras fotos y de tu primer encuentro?

El circo como yo lo he visto en todos estos años es mucho más que un espectáculo, es una cultura; es como ellos resuelven el día a día, como tienen sus propios códigos, como trascienden a la modernidad a pesar de los avances que hay hoy en día. Es como una tribu, como una “etnia”, algo que va mucho más allá que el espectáculo. Estoy pensando entonces en la evolución de los personajes en estos diez años, apuntando a esta multiplicidad que tiene el circo, osea, un niño que fotografié a los ocho años haciendo malabares hoy día está haciendo trapecio y está trabajando afuera; alguien que trabajaba para un circo ahora tiene su propio circo. Esa movilidad es la que me interesa y hoy día tengo las herramientas para hacerla visual.

FICHA
NOMBRE: Francisco José Bermejo Justiniano
EDAD: 46
PROFESION: Fotógrafo
TITULO DE SU OBRA: El Circo Hoy (título de su última exposición en el GAM 2018)
TEMA: el Circo Tradicional chileno, retratos y foto documental
AÑO DE EJECUCIÓN: entre 2009 y 2011
LUGAR: Chile

 

Print Friendly, PDF & Email

Implementado por id1®