Enrique Siqués: fotógrafo documentalista en busca de espacios íntimos

Enrique Siqués ha trabajado por más de veinte años como fotógrafo profesional especializado en fotografía editorial, corporativa, de retratos y viajes. Con clientes en Chile y el extranjero como Revista Capital, Revista América Economía, Bloomberg Magazine, Business Week o Time Magazine, sus fotos son distribuidas por la agencia internacional GETTY IMAGES. Desde ese lugar de la fotografía, Siqués se proyecta sin embargo como un artista y un documentalista que busca acercarse al ser humano en sus espacios más íntimos, con trabajos que le permitieron profundizar tanto en el entorno humano del Circo Social como en futuros desafíos como el retratar personas en el contexto del terremoto de Oaxaca en México, trabajo documental que sera expuesto en Ciudad de México a fines del 2019.

Por Germán Liñero
Fotos: Enrique Siqués  

 

La fotografía es un campo profesional y creativo tremendamente amplio. Si tuvieras que situarte al interior de ese campo, ¿en qué tipo o tipos de fotografía has incursionado?

-Yo he incursionado en el retrato y en la fotografía corporativa. Además fui editor de fotografía en la revista América Economía por varios años. Ese trabajo consistía en enlazar los contenidos con una imagen. Pero yo empecé tempranamente como fotógrafo de esa revista cuando recién salí del instituto donde estaba estudiando fotografía, y era una revista de negocios, entonces yo tenía que fotografiar a hombres de negocio. Después comencé a viajar gracias a la Revista y ya eso me situó por completo en ese medio.

Descríbeme un poco las exigencias del lado más “profesional” de tu actividad como fotógrafo, la que te ha proyectado fuera de Chile a través de agencias como GETTY IMAGES.

-Yo creo que es conseguir llevar a una imagen lo que se busca, o sea tener la sensibilidad para captar lo que quiere el cliente o el editor de un medio. Yo siempre me pongo como desafío el que los lugares se vean mejor de lo que son y eso lo determina el cómo iluminas, los ángulos que usas, la óptica. Eso implica exigencia como llevar luces, trabajar a veces con asistentes, utilizar buenos equipos.

Y respecto del retrato, pienso que el desafío para el fotógrafo es lograr crear una atmósfera de confianza para la persona que tienes al frente, de manera que logre ser el mismo o ella misma frente a la cámara y en la foto. La responsabilidad del retratista es generar esa atmósfera.

¿Cómo fue que llegaste a interesarte por fotografiar circo?

-Bueno, yo trabajo en el medio de la foto corporativa pero no es que pertenezca a ese mundo. Entonces se dio el caso de que por diversos amigos que conocían el Circo del Mundo llegué a ver un espectáculo que se llamaba Ekún  (se refiere a Ekún, un Grito de América, estrenado el año 2003, n.d.e.), que estaba en la Estación Mapocho. Y cuando comenzó el espectáculo vi la energía, vi el compromiso, trataba de ver las historias y se me caían las lágrimas. Y pensé “esta cuestión es demasiado inspiradora para mi, tengo que tratar de hacer algo con esto”.

¿Y ese fue el primer espectáculo de circo que te producía algo así?

-Sí. Yo tengo el recuerdo de que me llevaban al circo cuando chico pero le tenía un poco de miedo. Eran como muy gritones jajaja. Pero este circo no pues, era mucho más emocionante. Además, fue el primer espectáculo de “circo social” que yo veía.

 

¿Qué te llamó la atención del trabajo de Ekún?

-La pasión, el compromiso de los artistas que estaban ahí, el desarrollo de habilidades físicas, escénicas y el lograr contar una historia. Ekún tenía como toda una cosa de las raíces, de lo originario, de todo ese mundo… Pero sobre todo la pasión y el compromiso de los cabros, y la fuerza transformadora que podía tener el proyecto de circo social en las personas. Entonces presenté algo escrito a Alejandra Jiménez del Circo del Mundo donde describía un poco mi proyecto fotográfico. La idea era entrar en un aspecto más íntimo de cada uno de los y las artistas, porque yo cuando los miraba y me emocionaba en el espectáculo trataba de imaginar dónde vivían, cómo eran sus casas, sus piezas y ahí me focalicé en el dormitorio como representación de un espacio de intimidad, un espacio de mucha desnudez, donde uno se acerca lo más posible a ser uno mismo. Entonces propuse fotografiar a cada uno de ellos dentro de su dormitorio. A Alejandra le pareció interesante y se lo comentó a los chiquillos del grupo, que hay un fotógrafo que quiere desarrollar este tema, que piensen quienes estarían dispuestos a permitir que les fotografíen en sus casas.

¿Cómo fue la reacción de los chicos y chicas?, ¿cómo conseguiste que te dejaran penetrar en esos espacios de intimidad?

-Bueno, ese era el gran desafío, el compartir ese espacio de intimidad, porque una cosa era lo que yo quería hacer y otra cosa es encontrar respuesta entre las personas que tienen que mostrar ese espacio. Y en general se mostraron todos muy disponibles, lo que era genial, y comenzamos a agendar las visitas. Luego por lo general destinaba un día entero o dos días para descubrir el mundo de ellos y el de sus familias. Normalmente almorzaba, tomaba once. Eran varias personas, distintas realidades.

¿Qué fuiste encontrando en esos mundos que se te abrían?

-Me fui encontrando con gente acogedora, sencilla, en algunos casos gente pobre o sin mayores recursos. Había una diferencia entre los niños que dormían solos y los que compartían pieza. Pero en general todos los niños que eran parte del circo tenían un privilegio al interior de sus casas, tenían piezas para ellos, aunque fuese muy chiquita, mientras que el resto de la familia tenía que compartir dormitorios. Era muy curioso, y quizás no era un estatus que se los daba naturalmente las familias sino quizás ellos lo peleaban hasta conseguirlo. Y las piezas siempre tenían una “ondita”, algo especial que ellos le daban. También había algunos que ya vivían solos, compartiendo casa con amigos, y también con sus propias piezas.

Y una vez estando en la pieza se producía otro efecto interesante, que era como el “zoom -in” a la propia pieza, a los detalles, y después era como ir acercándose cada vez más, a los objetos en las repisas, las fotos pegadas en los muros, las manualidades que hacían como figuritas del circo. Porque estos cabrosestán como efervescentemente creando, entonces están llenos de íconos circenses en sus piezas. Era muy bonito.

¿Te había pasado de poder entrar tan profundamente a los espacios de tus personajes retratados o era la primera vez que lograbas algo así?

-Era mi primer trabajo en el que pasaba esto. Yo venía de hacer retratos antes, pero nunca de manera tan íntima. Pero yo siempre he tenido confianza como fotógrafo en este tipo de proyectos, en la improvisación. Siempre ocurre en algún momento que tienes que llegar e improvisar porque no conoces el lugar, no sabes con qué te vas a encontrar, entonces vas muy abierto a resolver técnicamente lo que hay y a centrarse en el verdadero tema, a capturar esos espacios, los instantes. Ese era como mi ocupación. Además hay que pensar que para la persona no es fácil mostrarse tan íntimamente y más encima que te vayan a tomar fotos…

Para mí la experiencia fue importante porque tuvo que ver además con un momento de mi vida en el que necesitaba andar más hacia adentro, más íntimo, y por eso es que surgió el tema de buscar ese tipo de espacios también. Entonces sentí que eso formaba parte de mi vida también. Y eso me hizo ser muy respetuoso de los espacios y yo creo que eso ayudó mucho a permitir que las cosas fluyeran

¿Hay algunas fotos en particular que consideres más logradas?

-La fotografía es muy “sensitiva”, entonces tú cuando llegas a un lugar, no te vas hasta que sientes que tienes la foto. Y digo “sientes” porque la fotografía es muy emocional en ese sentido y cuando estás tomando la foto como que el cuerpo siente y te dice “acá está, lo tengo, esto es lo que busco”. Y ahí ya te sueltas y entonces sabes que ya te llevas algo que te tocó en un determinado momento. Y bueno, hay una, la de Iván, un cabro que tiene una gráfica en la muralla que me daba la sensación que reflejaba como sus estados emocionales, que era como un electrocardiograma. Esa me gustó mucho, la libertad con que cada uno se mostraba a si mismo a través de su pieza.

 

¿Habías realizado fotografía documental anteriormente

Ya desde la escuela de fotografía yo había realizado trabajos de tipo documental. Había hecho un trabajo sobre la Plaza de Armas desde dentro, y participé en un proyecto que se llamaba “La guía negra de Santiago” que fue un proyecto bien alternativo que se hizo al principio de los 90, y ahí hice retratos urbanos del barrio Franklin. De hecho presenté ese trabajo cuando fui a la agencia GETTY IMAGES, junto con unas cinco o seis fotos más. Y había hecho fotos en obras de teatro, pero nunca había hecho fotos de circo.

Tu registro de Ekún en 2004 abarca tanto el trabajo documental como también el espectáculo. Háblame de los diversos enfoques que tuvo tu propuesta.

Las series consideraban los retratos en las piezas, imágenes del “show”, retratos en el espacio de maquillaje y también fotos del público. Son exigencias técnicas diferentes pero siempre traté de hacerlo con un espíritu documental, con muy poca interferencia de todo.

De los camarines me interesaba la transformación, es decir, salían de su pieza, tomaban una micro, llegaban al circo y ahí en el camarín se producía la “personificación”, una transformación que representaba varias cosas. Ellos son muy técnicos en lo suyo, manejan en profundidad técnicas que les permiten hacer su “show”. Aparte están esos rituales de camarín, el círculo que hacían y que hacíamos todos en que nos tomábamos de los hombros y hacíamos un gran círculo como para concentrar energías y salir a… salir al riesgo…

 

Después de haberte involucrado tanto, ¿qué lograste captar del espíritu de la labor del Circo Social?

Si tuviera que resumirlo diría que es el poder de transformación personal a través de la creatividad y el trabajo. Eran super “pro” los cabros, eran super entregados, estaban haciendo el trabajo. Además que esas presentaciones son el resultado de algo específico, hay un ciclo de estudios, hay un desarrollo de un proyecto, a los espectáculos los van a ver los familiares, las pololas, los pololos; hay como una nueva forma de participar en la sociedad siendo artista, algo que les toca el corazón.

¿Pudiste tener relación más adelante con esos chicos, los volviste a encontrar?

Si. Yo seguí fotografiando después varios espectáculos del Circo del Mundo, trabajos de fines de escuela, festivales y cosas así, entonces me los seguí topando. Y luego hicimos en 2011 la preciosa exposición en el GAM, con los demás colegas fotógrafos y allí estaban muchos de ellos.

La exposición fue en 2011 pero tus fotos son del 2004. ¿Qué pasó entre medio con ese material, lograste exponerlas antes o estuvieron guardadas?

Hice dos maquetas para hacer un libro, y empecé a llevarla a diversos lugares para conseguir financiamiento con empresas. Y pasó que una empresa se interesó pero me dijeron “si pero nos interesa que muestres sólo la parte del circo, porque no queremos ver pobreza”, refiriéndose a las fotos en las piezas. Yo les dije que esto es una unidad y que no se trata de pobreza sino de un tema de transformación, de superación; no existe el proyecto sin ese componente. Y ahí se frenó todo. Pero bueno, quedó guardado como un tesorito y estuvo así, en latencia hasta que llegó el momento de exponerlo en 2011, y creo que fue un aporte a la muestra, por cambiar un poco el punto de vista.

Luego de EKUN en 2004 y de haber fotografiado ya varios espectáculos del Circo del Mundo, ¿pensaste retomar el Circo como tema en general?

No, yo soy Circo del Mundo (risas).

FICHA

NOMBRE: Enrique Siqués

PROFESION: Fotógrafo

TITULO DE SU OBRA: Fotografía documental del espectáculo EKUN, 2004.

TEMA: Espacios de intimidad de los artistas en una experiencia de Circo Social.

AÑO DE EJECUCIÓN: registro año 2004, exposición año 2011

LUGAR: Chile

WEB:   www.silentlook.com  /  www.enriquesiques.com

 

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