250 años del circo moderno en América Latina

El ensayo de Julio Revolledo sobre la historia del circo moderno es una texto imperdible para cualquier cirquero. Nos hará retroceder en el tiempo e imaginarnos el circo como origen de las primeras artes de nuestra civilización, conoceremos por ejemplo las referencias sobre el origen de la acrobacia como la habilidad circense más antigua de todas las artes, las acciones corporales que luego se convertirían en manifestaciones rituales y religiosas y serán claros antecedentes de las imágenes corporales que entendemos hoy como actos circenses.

Por Julio Revolledo Cárdenas (*)

Orígenes

 Por lo regular cuando hablamos de los inicios del circo existe la confusión de si nos referimos a los orígenes de las disciplinas que componen las artes del circo (acrobacia, actos aéreos, malabarismo, equilibrismo, etc), o al origen de las primeras compañías del espectáculo circense y ambos son temas totalmente diferentes.

El inicio preciso de la historia de las artes del circo en el mundo se ha perdido en la noche de los tiempos, en la que surgieron hombres que sintieron la necesidad de realizar saltos acrobáticos, equilibrar sobre una cuerda, contorsionarse, jugar objetos con destreza malabar o realizar el máximo sueño del hombre, que ha sido poder volar.

La investigadora china, Fu Qi Feng, afirma en su libro Orígenes de la acrobacia, que la habilidad circense es la más antigua de todas las artes vivas, dado que el hombre ejecutó saltos mortales por razones de cacería o militares, tal vez antes de que tuviera conciencia de “representación” en sentido escénico. Después, muchas de estas acciones corporales se convertirían en manifestaciones rituales y religiosas y serían claros antecedentes de las imágenes corporales que entendemos hoy como actos circenses.

Los investigadores rusos han dado un valor específico al circo al reconocerlo como “la madre de todas las artes”, dado que incluye en su estructura todas las artes escénicas desde tiempos inmemorables.

 Antigüedad de las disciplinas circenses

En la historia del circo mundial cada acto circense ha tenido un proceso histórico peculiar, así tenemos algunos vestigios de pinturas con figuras acrobáticas circenses en Cnosos, la Isla de Creta 2400 años a.C., malabares e ilusionismo entre los Egipcios 2200 a.C., la presencia de funambulistas en la India, Grecia Antigua, números de equilibrio en Egipto y China 2000 años a.C. y siglos después en Roma. China posee registros de acciones circenses de más de cuatro mil años de antigüedad.

Las demás disciplinas fueron surgiendo por rituales religiosos, ofrendas a las fuerzas cósmicas o deidades, prácticas militares, caza, actividades del hogar, prácticas laborales, actividades recreativas, etc que desarrollaron en el ser humano habilidades y destrezas que sorprendían y asombraban a sus congéneres, enriqueciendo el carácter lúdico de las acciones corporales que hoy entendemos como circenses.

También las culturas mesoamericanas o precolombinas dejaron vestigios importantísimos de figuras e imágenes que hoy asociamos con el circo, como la estatuilla de “El acróbata” de los Olmecas del Preclásico Medio, 800 años a.C., o equilibristas de manos en los murales de Bonampak en México, imágenes de malabaristas y contorsionistas en barro en el Alto Perú, asimismo, desarrollaron formas rituales y de entretenimiento similares a las que se efectuaron en otros lugares del mundo: hombres que saltaban en zancos en San Pedro Zaachila, Oaxaca; grupos de acróbatas en Tixtla, Guerrero, y en la Mixteca Baja de Puebla; la danza de las tijeras de Chanka, Perú, individuos que jugaban palos con sus pies (antipodistas) en Yucatán. Por cierto, un grupo de truhanes (bufones) y antipodistas de la Gran Tenochtitlan, fueron parte de los tesoros que Hernán Cortés llevo a Europa y presentó ante el Papa Clemente VII, tratándose seguramente de los primeros ejecutantes circenses que exportó México en su historia.

Encontramos en antiguos códices, que sería largo enumerar ahora, pero que pueden apreciarse en el libro La Fabulosa Historia del Circo en México, de la autoría de quien escribe este artículo, muchas referencias a imágenes grabadas sobre acciones que demuestran las habilidades del cuerpo humano como la de los “matachines” o matlanchines, que eran un género de acróbatas, la utilización de mástiles para ejecutar acrobacias o las competencias en el palo encebado que tras la conquista de Tenochtitlán fueron llevados a Europa.  Está en proceso de investigación que, en este período previo al encuentro con la cultura europea, ya se ejecutaban entre las culturas mesoamericanas equilibrios sobre cuerdas, así como la ejecución de la cuerda volante que es muy probable que sea de origen mesoamericano.

Casi todas las culturas primigenias de América desarrollaron acrobacias, pero debemos enfatizar que pocos pueblos en el mundo volaron tanto como los mexicanos, quienes específicamente crearon una gran cantidad de aparatos para poder exhibir sus habilidades.

De manera simultánea, durante esos siglos los volatineros estaban en las calles, plazoletas, patios de vecindario, en un corral, en la trashumancia. Surgen bufones, juglares, acróbatas, funambulistas, saltimbanquis, volatineros, maromeros, graciosos, prestidigitadores, músicos, titiriteros, autómatas y amaestradores de animales que llevaban la diversión hasta el más recóndito pueblo del planeta. Muchos de ellos trasladándose en burros, en caballos, otros a pie, pero construyendo la fantasía con el trabajo diario.

Los “Voladores de Papantla”, en el Estado de Veracruz, efectúan una añeja exhibición de connotación religiosa, en la que, con derroche de habilidad física, en la punta de un mástil de 20 metros de altura, cuatro hombres con atuendos de diferentes aves y atados por los pies se lanzan simultáneamente al aire y girando en un bastidor moviéndose por su propio peso, completan trece vueltas de las cuerdas que van desenlazándose (4×13), cumpliendo simbólicamente los 52 años que compone un ciclo de renovación indígena.

Las compañías de maroma

A lo largo del período en que América Latina dependió políticamente de la Corona española, empezaron a llegar funambulistas, maromeros, ilusionistas, volatines y otros artistas europeos que fueron inspiración para muchos artistas locales dispuestos a cultivar novedosas disciplinas del arte circense que desconocíamos en nuestro continente.

Uno de los documentos más antiguos en la Nueva España que descubre la presencia de volantines, es precisamente el que revela el primer milagro realizado por la Virgen de San Juan de los Lagos, en Jalisco, aun cuando está redactado en 1634, se refiere a un hecho sucedido en 1623, milagro concedido a favor de la vida de una niña que se dedicaba a la itinerante vida de las compañías de maroma.

En 1791 se presentó en la capital de la Nueva España la primera troupe en forma que se llamó la Compañía de Volatines La Romanita, proveniente de España y propiedad de José Cortés, participaban artistas de varias nacionalidades y se citó la actuación de un payaso (probablemente sea la referencia más antigua sobre el uso de este nombre, pues anteriormente eran conocidos como “graciosos”), exhibiendo entre otras cosas un espectáculo que anunció como “sombras chinescas” y como “sombras impalpables” que se sabe son los antecedentes de imágenes proyectadas con movimiento y por ende de la cinematografía. José Cortés trabajó sus últimos años en teatros de Buenos Aires y Sao Paulo.

La maroma la podemos definir como la manifestación artística previa a la llegada del concepto de circo ecuestre que desarrollara Philip Astley en Europa. En Perú, Argentina, Chile fueron conocidos como volatineros. El patio de maroma en México era el lugar donde se verificaban estas exhibiciones de habilidad que por lo común incluían un funambulista (equilibrista sobre cuerda, que era propiamente el maromero), un saltador (acróbata), exhibición de algún animal endógeno, y el trabajo de algún “gracioso” (nombre con el que se denominaba al payaso por influencia de la comedia española). No existía en estas presentaciones, por supuesto, ni la acrobacia ecuestre ni un zoológico conformado por especies exóticas. El circo de Astley llega a compaginar la risa con el drama en un mismo espacio, lo cual tiene una gran aceptación en todas las clases sociales.

Surgimiento del circo moderno en Europa.

Desde Roma hasta la aparición de Philip Astley en enero de 1768 existe la sensación de que el circo había desaparecido por varios siglos. Nada más impreciso, lo que sucedió es que no existía un lugar cerrado para ello, después de los espacios romanos el circo retomó su carácter nómada y continuó circulando por los caminos del mundo. Es el momento en que familias asumen la actividad atesorando técnicas y tratando de asombrar a los públicos del mundo. Resolvieron llevar su arte y su capacidad de asombrar hasta el último lugar del globo terráqueo, tal vez en ello radica la fuerza popular que posee aún el circo. El aniversario que precisamente este 2018 festejamos son los 250 años del circo moderno, a propuesta de la Fédération Mondiale du Cirque con sede en Montecarlo.

La aportación de Astley en Inglaterra rebasó el concepto de haber delineado la primera pista de circo y haber ejecutado ejercicios acrobáticos sobre el caballo, lo que representaba era un descubrimiento físico. Astley creó un espacio propicio para el espectáculo circense el cual presentó bajo el nombre de Royal Anfitheatre of Arts. Su amigo, el empresario Charles Dibdin, fue el que le sugirió que usara la palabra circo en sus espectáculos, rememorando a Roma.

De manera simultánea, durante esos siglos los volatineros estaban en las calles, plazoletas, patios de vecindario, en un corral, en la trashumancia. Surgen bufones, juglares, acróbatas, funambulistas, saltimbanquis, volatineros, maromeros, graciosos, prestidigitadores, músicos, titiriteros, autómatas y amaestradores de animales que llevaban la diversión hasta el más recóndito pueblo del planeta. Muchos de ellos trasladándose en burros, en caballos, otros a pie, pero construyendo la fantasía con el trabajo diario.

 

Las Casas de Volatín en Chile, los patios de maroma en México, el circo Criollo argentino fueron esos espacios donde se presentaron los espectáculos ejecutados por nacionales y que estaban muy distantes de poder competir con los elegantes circos ecuestres que llegaron de Europa y Estados Unidos a la América Hispánica. Aunque se ha dado por asociar a los argentinos con el circo de primera y segunda parte, la verdad es que ese era el formato en toda América Latina, una primera parte gimnástica y una segunda donde se representaba una pantomima.

La diferencia para mi gusto, es que en el caso argentino el circo fue el espacio donde surge el teatro nacional, importantes obras de carácter popular como el Martín Fierro se representan y van dando paso a familias como los Podestá, actores como el clown criollo Pepino 88 y dramaturgos importantes. Recordaré siempre la frase del gran coleccionista circense argentino Héctor Francica que nos dice “no olvidemos que el teatro argentino tuvo pañales de lona”.

El circo, como tal, fue uno de los más dinámicos propulsores de lo que hoy entendemos como globalización y fundamentó su fortaleza en trasladar “cosas comunes” desde un punto del orbe, hacia donde éstas fueran “cosas extrañas”. Y así los magos y prestidigitadores llevaron los avances técnicos y científicos de un lugar a otro, convirtiéndose, tal vez, sin saberlo, en propagadores de la ciencia y la tecnología a diferentes ciudades del globo terráqueo. Los animales fueron también un claro ejemplo de verdaderas clases de ciencia natural en vivo, llevar un tigre a Paris, presentar en Nueva York un elefante, trasladar una jirafa a Roma o un oso pardo a Buenos Aires fue común en este tipo de espectáculos; la emoción, el impacto que ello causó en el espectador que por primera vez pudo disfrutarlos cercanamente lo hizo cautivo al espectáculo circense.

La incorporación de una pista circular, poseer un espacio cerrado para las exhibiciones y cobrar una entrada fija, y en sus orígenes tal vez una participación de los animales muy teatralizada a través de representaciones históricas, fue el inicio del llamado Circo Moderno, que nace precisamente en el período histórico que conocemos como modernidad y del cual hoy estamos festejando sus doscientos cincuenta años de existencia, aunque en América Latina en general, al igual que otras artes escénicas, llegara décadas más tarde.

En el caso mexicano tuvieron que pasar exactamente cuarenta años para que arribara el Real Circo de Equitación de Philip Lailson en 1808; en Argentina podemos suponer que tras las invasiones inglesas llegó el primer acróbata a caballo, cuyo nombre no fue registrado, aunque se sabe de la existencia del Circo de la Alameda después de 1800 nos dice Beatriz Seibel, notable investigadora teatral. Tal vez sea Cuba donde llegó por primera vez el circo ecuestre en 1799, liderado por Lailson precisamente, en el Campo de Marte habanero, según precisa la investigadora Hilda Venero de la Paz. El arribo tardío a Chile es con el Circo ecuestre Bogardus, según nos relata Pilar Ducci, la investigadora circense de esta nación, será hasta 1827.

Surgimiento del circo nacional y criollo.

Pequeñas compañías habían surgido por toda América Latina, pero será hasta 1841 que surge el circo Olímpico de José Soledad Aycardo, que era ecuestre, payaso, titiritero, acróbata, pero sobretodo recitador de versos.  Artista pintoresco que llenó con entusiasmo la vida de los espectáculos de México durante más de veinticinco años, a José Aycardo lo debemos considerar como el primer empresario circense mexicano, dado que incluyó ejercicios acrobáticos sobre el caballo.

En 1853 en el patio de maroma del Paseo de la Retama, emerge la figura de José Miguel Suárez, fundador de una familia mexicana que se distinguió por su trabajo en la acrobacia ecuestre, y que cumple este año 165 años de permanencia constante en la vida circense de América Latina.  Actualmente el Circo de los Hermanos Suárez se encuentra trabajando en islas del Caribe.

Ingresó a México en 1859 el primer circo estadounidense con carpa, aunque éste nunca llegó a la capital de la República mexicana. El Eldred’s Great Rotunda Menagerie and Circus trabajó según los registros estadounidenses con gran suceso por el norte de nuestro país.

Cuatro meses después de la entrada de Maximiliano de Habsburgo a la Ciudad de México, debutó en 1864 el Circo de Giusseppe Chiarini, propiedad de un carismático italiano, de los primeros en traer novedades artísticas de Europa y Estados Unidos,  sus magnificentes actos ecuestres, la tercera carpa de lona que en aquella época se conocía como “gigantesca tienda de campaña”, el primero que estrenó alumbrado de gas y otros adelantos que lo señalaron por varios años como el lugar de diversión predilecto del público mexicano de diversas clases sociales. Chiarini llegó tempranamente a Buenos Aires, desde 1830 tal vez por la amplia vinculación que ha existido entre Argentina e Italia, teniendo un éxito tremendo entre los porteños.

Giuseppe Chiarini por cierto, fue el primero que solicitó instalarse en plena Plaza de Armas de la Ciudad de México, en virtud de que la categoría y elegancia de sus instalaciones y espectáculo era muy distante a lo que hasta ese momento nuestros compatriotas habían conocido. Las autoridades tuvieron a bien que se instalase en la calle de San Agustín esquina de Uruguay e Isabel la Católica, debutando un 17 de octubre de 1864 con quince caballos en escena y veinte artistas. El éxito, sobre decirlo, fue tremendo y se convirtió en la diversión de moda del México de aquellos años. En 1867, Chiarini dio una función en honor al presidente de la República, don Benito Juárez, con un espectáculo ecuestre que incluía sus caballos en libertad.

Desde 1864 hasta 1910, se produce el verdadero caldo de cultivo del circo en nuestro país. Desde la llegada del Circo de Chiarini, hasta el florecimiento del Circo Teatro Orrin, surgen muchos mexicanos incursionando en la actividad. Concretamente en la segunda década del siglo XIX surgen Tranquilino Alemán, Toribio Rea, Esteban Padrón, Eduardo Codona, Juan Treviño y de los que todavía sobreviven se encuentran la familias Suárez, Sánchez, Gasca, Atayde, Olvera, Gaona, Esqueda y a principios del siglo XX surgen los hermanos Vázquez, González, Ibarra y el Gran Circo Beas Modelo, propiedad de Francisco Beas, el circo más grande de toda la historia de México que surgió al fragor de la lucha revolucionaria.

Con la aparición del barco a vapor y el ferrocarril, el panorama circense evolucionó rápidamente en todo el mundo. Como he señalado por esos años llegaron infinidad de circos extranjeros tanto europeos como estadounidenses a México, enumerarlos aquí sería una aventura muy larga que podría asumirse en otro análisis. Todos ellos nos trajeron grandes producciones que deslumbraron a los mexicanos sobre todo por sus gigantescos zoológicos. Tomemos un solo ejemplo, el Circo Gentry presentó el jueves 14 de marzo de 1901 a las doce del día, un desfile que abarcaba 10 cuadras a lo largo sobre la Avenida Reforma, exhibiendo 175 animales entre los que se encontraban 66 caballos, elefantes, osos polares, perros amaestrados, etc, montados en las clásicas y hermosas carrozas inglesas que por primera vez admirábamos los mexicanos. Así como lucían una hermosa carpa con capacidad para 4000 espectadores (para normar el criterio del lector, hoy las carpas que circulan en México tienen un aforo promedio entre 1,500 y 1,800 personas).

En este contexto la lucha no fue fácil para las familias pioneras mexicanas que se involucraron en la actividad circense, dado que sus posibilidades económicas no les permitían hacerse de una “gigantesca tienda de campaña” en sus inicios. El primer gran circo que tuvo México fue indudablemente el Circo Treviño, propiedad de un aguerrido empresario que se enfrentó en abierta competencia con los hermanos Orrin a finales del siglo XIX y principios del XX. Treviño al hacer su gira en 1908 desde México hasta Santiago de Chile, presentándose en todos los países que se encontraron en el camino, al igual que lo hiciera el circo cubano de Santos y Artigas poco después, fueron dejando regados artistas circenses en Colombia, Perú y Chile que robustecieron la actividad circense en aquellas naciones. Por lo tanto, muchas de las familias antiguas de circo en estas tres naciones son de origen mexicano como los Ventura, Ayala, Zamudio, Piña, Pereira.  Años después sucedería lo mismo con la gira que hiciera por casi veinte años el Circo Atayde de México, por toda América Latina (1926-1945).

Al Circo Teatro Orrin se le llegó a considerar a la vuelta del siglo XIX para el XX, como uno de los mejores circos del mundo, pues las atracciones llegaban dos o tres años después de surgir en Europa o Estados Unidos, espacio en la que se consagró la figura del gran clown británico don Ricardo Bell, el payaso más famoso y respetado por la sociedad mexicana de todos los tiempos. Hablar de los Orrin es hablar de Ricardo Bell, fórmula inseparable, condición sine que non para el triunfo de las temporadas que cada año presentaban para diversos públicos de la República Mexicana.  A estos ilustres británicos podemos considerarlos como parte importantísima de la historia de las artes escénicas circenses de nuestro país, conocieron y valoraron la esencia y la manera de ser de nuestros compatriotas con gran profundidad.

Fueron 26 años de presencia consecutiva de los Orrin en la Ciudad de México, en donde el secreto del éxito fue la búsqueda permanente de lo que podía ser novedoso para el público. Ricardo Bell siempre investigó el parlamento preciso, la palabra en el espacio adecuado, el gesto oportuno, la mueca exacta que causara el efecto de la risa en el público donde él lo deseaba. Un solo grito de Bell tras la cortina lograba una respuesta inmediata del público que lo esperaba ansiosamente. Una sola postura de Bell provocaba la hilaridad deseada en las mayorías. Esta identificación entre actor espectador fue tan grande y tan mágica que muy contados la han logrado en la historia de nuestro espectáculo.

Pocos años después surge la estampa de Francisco Beas. Se dice que Francisco Villa, el famoso revolucionario, lo apoyó para edificar su fantasía circense, así como Beas presentó espectáculos exclusivos para los soldados y programó algunas funciones de beneficio a favor de la causa. El espectáculo de Pancho Beas llegó a agrupar circo, teatro y juegos mecánicos, al cual denominó Circo Teatro Carnaval Beas Modelo, mismo que llegó a trasladarse en 35 vagones de ferrocarril de su propiedad por las principales ciudades de la República. Contaba con múltiples juegos, concesiones, restaurantes para el público, innumerables carpas de exhibición donde se exhibían algunos fenómenos, viajando con un personal artístico y técnico que superaba las 400 personas.

Ahora bien, si Orrin fue el que habituó al público durante 26 años a presentarle novedades a sus espectadores y Beas se coronó como la empresa circense más grande de nuestra historia, es indudable que la familia Atayde constituyó el circo de mayor tradición en México, tras su regreso de 20 años de gira por Centro y Sudamérica, en 1946. La familia Atayde inició sus actividades en 1879 y alcanzó su prestigio exhibiendo extraordinarias atracciones internacionales durante los últimos sesenta años, cuando el circo fundamentó su atractivo en los nombres de célebres artistas circenses. A partir de la crisis que ha vivido el circo mundial, el circo Atayde también ha perdido presencia en la escena artística nacional.

Propiamente en el siglo XX son innumerables las familias mexicanas que se involucraron en la actividad circense y algunas llevan entre cuatro y cinco generaciones en gira artística: los Campa, Murillo, Cárdenas, Del Castillo, Fernandi, Rodogel, Padilla, González, Portugal, Alegría, Ayala, Aguilar, Rodríguez, Macías, Osorio, Medina, Márquez, Ortiz, Bells, España, Caballero además de las ya señaladas anteriormente. Algunos troncos produjeron artistas de renombre internacional como el malabarista Rudy Cárdenas, o los grandes trapecistas: Alfredo Codona, Ramón Esqueda, Nacho Ibarra, Lalo Palacios, Tito Gaona, Gustavo Bells, Monchis y Noé España, Raulito Jiménez hasta el estupendo Miguel Ángel Vázquez que fue el primer ser humano en materializar el cuádruple salto mortal para orgullo de todos los mexicanos, trabajando en el Circo Ringling Brothers en 1986.

La familia Fuentes Gasca hizo crecer al Circo Unión hasta generar un emporio que agrupa veinte circos independientes, fundando una empresa transnacional de gran importancia bajo el nombre de Espectaculares Hermanos Fuentes Gasca. Esta empresa mexicana es la que controlaba en buena medida el mercado circense latinoamericano. Otra empresa, como el Circo Suárez, lleva varias décadas trabajando por las Antillas y diversas naciones del área, fortaleciendo la imagen de México en Latinoamérica como líder en este ramo de la diversión.

A finales del siglo XX realizar un censo de familias involucradas en la actividad circense resultaba una tarea bastante complicada. Pero se sabía de la existencia de centenares de empresas que nos descubrían, por otra parte, la profunda afición que por el circo prevalece todavía entre nuestros compatriotas.

El nuevo circo en América Latina.

A principios de la década de los ochenta del siglo XX empezaron a llegar diversas compañías de Francia y años después de Canadá, que vociferaban el no usar animales dentro del espectáculo, como una forma de atraer a ciertos sectores de la población que habían iniciado a manifestarse, de una u otra forma, contra la utilización de animales en la escena.

También surgieron algunos grupos provenientes del teatro o la danza que empezaron a incursionar en el mundo del circo, de la misma manera en que se fue dando en Europa. Tal vez el proceso de fortalecimiento del nuevo circo ha sido más tardado en Latinoamérica porque tuvimos un sector empresarial tradicional numeroso que tuvo más presencia en unos países que otros. Países como Brasil, Argentina y México se convirtieron en exportadores de espectáculos en la región, y específicamente empresas mexicanas llegaron a los Estados Unidos estableciéndose allá de forma definitiva.

Mientras el Cirque du Soleil de Canadá, se aventuraba a hacer su primera gira en nuestra región en el 2002, presentándose en México muchos años antes que en el resto de Latinoamérica.  Por su posición geográfica y tamaño de población, México siempre ha sido un lugar atractivo para las grandes empresas internacionales entre las que podemos incluir Ringling Brothers hasta el momento de su extinción.

Todavía la primera década del siglo XXI, las familias más importantes, convenían en que el circo continuaba siendo un buen negocio en México, pero experimentaban severos inconvenientes porque no habían tenido la capacidad de evolucionar hacia verdaderas industrias de la diversión y se han quedado en los esquemas de consorcios familiares, con dificultades de administración y problemas de estancamiento tecnológico en sus ofertas escénicas. A ello podemos agregar otros inconvenientes para desarrollar sus empresas: escasez de espacios donde instalar los circos, encarecimiento de dichos espacios, costos publicitarios elevadísimos especialmente en ciudades como Sao Paulo, Río, Buenos Aires, o ciudad de México que andan alrededor de los 20 millones de habitantes, cargas impositivas gravosas y costos de traslado excesivos. 

Actualidad del circo en la región.

En 2015 se estimaba que existían más de 400 circos en México, unos 120 en Chile, más de 80 en Perú y unos sesenta en Colombia, en su gran mayoría pequeños, de estructura familiar que transitan bajo carpa por toda la geografía regional. Entre ellos había pocos profundamente preocupados por el nivel artístico de sus ofertas escénicas. Otros, poseían equipos modernos, pero la calidad de sus espectáculos dejaba mucho que desear. Un grupo más perteneció a los llamados circos regionales, los cuales tenían serios problemas para subsistir. En México nunca han existido apoyos gubernamentales al arte circense porque el Estado considera que son negocios particulares y no los asocian con el arte, sino más bien con el divertimento. Chile ha sido privilegiado en ese sentido y las compañías de circo nuevo en Argentina han encontrado un importante apoyo gubernamental.

Indudablemente el problema más serio que enfrenta hoy el circo se encuentra en la formación artística. Las familias tradicionales reprodujeron formas artísticas intactas heredadas de sus ancestros por lo que encuentran trabas en la creación de nuevas propuestas escénicas. Al ser autodidactas y no tener una formación artística multidisciplinaria, no existe de fondo capacidad innovadora que les permita crear y competir desde un punto de vista de arte escénico multidisciplinario.

El circo mexicano tradicionalmente generó sus propios cuadros artísticos, autoabasteciéndose sin mayores problemas mientras esto resulto atractivo y tuvieron sus propios públicos. La permuta de la actividad artística por parte de muchas familias por una actividad empresarial, provocó en ese momento 1970-2010, una fuerte inmigración de familias circenses de Centro y Sudamérica que no tenían opciones de trabajo en sus propios países. Argentina, Colombia, Venezuela son ejemplos donde prácticamente han desaparecido las empresas de circo tradicional, Brasil experimentaba un camino doloroso en el mismo sentido, y al igual que Argentina esto fue provocado por la prohibición de presentar espectáculos con animales en ciudades importantes de ambas naciones.

La cercanía con Cuba nos saturó de números circenses que gozaban de calidad por ser egresados de una escuela, y no fueron pocos los artistas que inmigraron a México de manera definitiva procedentes de países del antiguo bloque socialista, entonces ¿dónde se forman los nuevos artistas nacionales?

La fortaleza de la actividad empresarial tradicional tampoco permitió desarrollar centros educativos como los que surgieron en Europa desde la creación de la escuela de circo soviético en 1927, hasta la diversa gama del circo de creación ofrecida por los ingleses y franceses décadas posteriores, que alimentaran la formación de actos que se entendían más dentro del nuevo circo. En nuestro continente, surgieron escuelas como la Nacional de Cuba en 1977, bajo el modelo educativo socialista ruso, la de Río de Janeiro en 1982, la de la Tarumba en Lima, Perú (1984) la escuela de circo La Arena de Buenos Aires (1994) la escuela de Circo para todos en Cali (1995), la escuela de Circo del Mundo en Chile (1995), y en 2007 se creó en la Universidad Mesoamericana de Puebla un programa educativo de formación circense con nivel de licenciatura en el cual se cursan materias teóricas y prácticas, que permitió florecer nuevas ofertas escénicas circenses o recuperar actos ya desaparecidos según las inquietudes de los mismos estudiantes, programa educativo que cumple diez años de existencia.

La tarea inmediata es imaginar nuevas alternativas, reinventarse, descubrir los nuevos caminos del circo latinoamericano, indagar qué es lo que espera nuestra sociedad de esta expresión artística que cada vez más pierde su carácter familiar para abrirse a una gama de ofertas tal vez más teatralizadas, o la aparición de nuevos géneros que satisfagan las inquietudes estéticas de los más diversos gustos de nuestra población. Estamos viviendo, sin lugar a dudas, un período de transición en el que todo está por definirse.

 

(*) Director de la Licenciatura en Artes Circenses,
Universidad Mesoamericana. Puebla, México.

 

 

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