Juan Carlos Muñoz:“Siempre está en mí ir a Chile a enseñar lo que he aprendido”

“Siempre he querido ir a Chile a enseñar lo que hago” dice Juan Carlos Muñoz desde Barcelona, el mimo chileno que triunfa en Europa y el primero de su disciplina en ser contratado por el Circo du Soleil para girar por Estados Unidos. Hoy se codea con los grandes y tiene su propia productora multicultural de circo, pero no siempre fue así. De Chile al mundo, acá la historia de nuestro cirquer@ itinerante.

NOMBRE: Juan Carlos Muñoz
NACIONALIDAD: Chileno
PAÍS DE RESIDENCIA: España
ACTIVIDAD: MIMO
PERSONAJE: “BALTABARÍN”

A los 12 años debió cargar con la etiqueta de hiperactivo y luego con el diagnóstico médico que decía: “severo déficit atencional”. La ciencia y medicamentos se fueron a la basura cuando descubrió que el malabarismo era el remedio que lo mantenía concentrado durante casi 11 horas seguidas… algo que los médicos jamás advirtieron. Juan Carlos Muñoz cambia su historia, hoy el movimiento y la reflexión sobre su arte son parte de su trabajo y su vida.

Hijo de madre española y padre chileno, decidió a los 18 años partir a estudiar clown a Barcelona y desde ahí recorrer distintos países para aprender la magia de este arte. Por estos días vive y trabaja en España, viaja una vez al mes a ver a su hijo Lucas a St. Petersburgo y cuando puede vuelve a ver a su familia y amigos de Chile.

Los fracasos lo levantaron una y otra vez, hasta convertir esta experiencia en la base de su reflexión y de su rutina con la que ha recorrido el mundo. Fue el primer mimo en ser parte del Circo du Soleil tras sortear una mega audición con más de 200 artistas en Madrid. A partir de esa experiencia entendió que para él no había límites de ningún tipo.

Cuando Revista Saberes de Circo habló con Juan Carlos salía de un duro ensayo, pero igual derrochó calidez, humildad y cercanía a pesar de la distancia para contarnos parte de su vida de cirquero itinerante.

Seguro que desde muy pequeño te atrajo el circo y los malabares.

-En Chile en esos tiempos sólo existía el circo tradicional y las familias que los componían. No existía un área de circo más contemporáneo como la que había acá en Europa.  Entonces era como una corriente hasta anárquica que de hecho partió de un grupo más ABC1 ya que eran pocos los que tenían acceso a artículos de malabarismo que antes sólo se podía llevar a Chile desde otros países europeos. Tener una clava en esa época era top. Yo mismo soñaba con adquirir algunas. Recuerdo que hubo una convención de circo a la que fui y en esa misma época se estrenó la Pato Gallina. Allí me presenté casi por instinto en una carpa de circo llena. Recuerdo que tenía 15 o 16 años.

¿A esa edad entonces partes?

-Mi búsqueda es anterior a eso, básicamente intuía una facilidad con mi cuerpo la que empecé a experimentar poco a poco y el circo fue un buen foco de alimentación para lo que después se transformaría en mi carrera como actor o payaso.

¿Por qué decides ir a Barcelona?, ¿Qué tuvo esa ciudad que te hizo llegar allá?

-Todo viene de familia. Mi madre es española y por eso tengo doble nacionalidad. Algo que ella ha sabido desarrollar en mí. Eso también hizo que en definitiva desde los 17 años decidiera estudiar circo. En Chile fui a convenciones, pero llegué a un tope donde necesitaba más. Por otro lado, tenía 18 años y mi familia entendió que lo mío no era la Prueba de Aptitud Académica (ahora PSU). Siempre tuve un apoyo familiar importante. Con el tiempo quise ir desarrollando mi actuar en el circo e irme por un lado más interpretativo y así finalmente se dio la oportunidad de partir.

 

¿Es cierto que fuiste un niño problemas?

-¡Toda la vida! Imagínate que yo me gano la vida gracias al error y al fracaso. Todo lo que hago es en base a eso y es lo que yo he ido aprendiendo a medida que pasan los años. Fui un niño problemas en ese tiempo, pasé por varios psicólogos y mis padres siempre tratando de encontrar un entendimiento a lo que pasaba conmigo. Al final los psicólogos no pudieron, pero mi papá sí pudo entender que lo mío era algo que no tenía que ver con una patología médica.

Seguro tenías otras habilidades

-Claro. De hecho era bueno para los deportes. Mi padre me enfocaba por ahí, pero siempre los dejaba. En el momento en que encontré los malabares y el circo, se dieron cuenta de todo y no se explicaban ¿cómo un niño diagnosticado con déficit atencional e hiperkinético podía pasar 11 horas practicando?  Entonces ahí la teoría pasó a un segundo plano.

¿Cómo te ha ayudado en tu carrera ese capítulo a tan temprana edad?

-Mucho, porque esa misma hiperactividad me ha servido para darme cuenta que no tengo límites en mi carrera. El circo contemporáneo es tan diferente al circo tradicional. Yo siempre estuve en la búsqueda de un circo contemporáneo y  llegué a un momento en que comencé a entrar a niveles especiales y la sensación de ver al público ahí era muy fuerte en cuanto al volumen de expresión de ese mismo público. Eso de jugar con la vida del artista en escena provoca en la gente un impacto demasiado fuerte y yo ahí lo comencé a entender. Luego quise ir más allá y me fui a meter a Rusia porque con la madre de mi hijo decidimos que él naciera allá por lo que significa la cultura clown en ese país.

¿Y pudiste experimentar tu espectáculo en Rusia?

-Sí, estuve allí en la ex Unión Soviética en países donde no existe la protección animal. Me encontraba probando unos actos en circo tradicional que me habían pedido para Francia, pero no quería ir hasta allá porque no significaba un desafío para mí en ese momento de búsqueda profesional. Y resulta que en Rusia no había protección animal entonces la primera vez que me presenté en un escenario de circo tradicional fue en unas condiciones bastante especiales.

¿Cómo así?

-Me había contratado el mejor circo de Ucrania para un nuevo show y querían que yo fuera el protagonista- convengamos que en Ucrania en cada pueblo existe un circo de estación, es decir, es como un Estadio Nacional de circo para que se hagan una idea-

De hecho imagínate que hay un pueblo donde los taxistas andan vestidos de mimo. Estamos hablando de una cultura circense extrema. Yo acepté el contrato para ir, tenía el estreno y todo era en ruso, no entendía nada. Era un circo tradicional y completamente fuera de lo que estaba habituado en mi carrera. En un papelito salían como doce nombres y el mío figuraba con tres actos uno al principio, al medio y otro al final.

¿Había mucha gente?

-Eran 3.500 personas en mi debut en ese circo. El primer acto salió bien y en el segundo, estaba esperando el artista antes de mí para tomar la posta y seguir con el especatáculo, y resultó ser que el artista que esperaba era nada menos que una jirafa que galopaba en medio del show. Terminó siendo una experiencia totalmente distinta a lo que yo entendía de lo que era el circo con animales. Era un show increíble y al ver que después de eso tenía que entrar yo con mi peinado, mi traje y absolutamente solo, comprendí que esto era rudo. Estaba con tanto nervio y miedo, que me la jugué con eso, a mostrarme así tal cual. Mi acto finalmente fue muy bueno porque salí comprendiendo que tenía que ganarle a una jirafa y en el tercer acto a tres elefantes parados de cabeza…fue algo muy bizarro. Además el público estaba eufórico no era un simple aplauso…era como estar en un estadio.

¿Profesionalmente fue difícil insertarte en la realidad europea?

-No fue difícil porque creo en lo que hago y siento que no tengo límites. Mis fronteras son las  que yo me trazo. A partir de eso no tengo miedo a entrar en ningún circuito a mostrar mis trabajos. De hecho esa vez que actué después de los elefantes, la gente empezaba a gritar y gritar y yo no entendía nada. Terminado mi acto inmediatamente salí, tomé mis maletas y quería irme. Llamé a mi esposa y ella se comunicó con el dueño del circo quien le preguntó ¿por qué yo me iba, si lo que la gente gritaba era que me quedara. En conclusión, mi espectáculo había gustado y mucho. Después de esa experiencia comenzó algo muy de circo romano porque cuando yo actuaba caían hasta ramos de flores.

¿Qué es lo que más extrañas de Chile?

-Aparte de mi familia, te diré que mi amor por Chile es incondicional y siempre lo voy a extrañar. Yo llevo como 17 años viajando por el mundo y siempre me he presentado como el chileno que soy. Eso es cultural. Conozco muchos casos de chilenos que están un tiempo acá en España y se les escapa la “hostia”, y la zeta y ya están hablando como españoles o italianos, pero a mí eso no me pasa a mi no se me va el acento porque soy chileno en todas partes, así lo siento. Chile me trae recuerdos, siento la fuerza de vivir en Europa y siento también que acá falta ese condimento, esa fuerza que justamente tiene el artista de nuestro país. El talento que hay en las calles de Chile, en el circo contemporáneo y en el tradicional. Chile es un país muy pequeñito pero grita mucho, siempre pasa algo en Chile a nivel artístico y eso lo encuentro maravilloso. Chile para mi es fuerza y eso aquí se extraña.

¿Has pensado venir a Chile a enseñar lo que has aprendido afuera?

-Siempre está latente en mí el poder ir a Chile a entregar lo que he aprendido debido a la cantidad de gente que quiere saber el arte circense y el clown en particular. El poder entregar una cosmovisión de este estilo a personas que lo ven como una opción. Me interesa entregar herramientas técnicas acá en Barcelona también. Claramente me interesa ir a Chile a entregar mis conocimientos no tan solo en lo que hago, ya que dirijo espectáculos en distintos formatos acá en Europa. Tengo una compañía con la cual participamos en festivales y he tenido la suerte de dirigir en circo tradicional. Siempre he querido ir a enseñar, pero mi necesidad de buscar siempre está en rotación y no se queda en un solo lugar.

¿Cómo fue esa primera vez en el Circo du Soleil?

– Mi audición esa primera vez fue en Madrid. Eran unos 200 clown y vi que mis posibilidades eran muy difíciles porque habían muchos y todos muy buenos. Yo me encontraba solo y el casting iba a durar 9 horas e iríamos pasando etapas fue duro. De esas 200 personas a la hora ya quedaban 100 y después cada vez menos. Al final quedamos seleccionados tres personas y con ellos después me fui de gira a Canadá y Estados Unidos.

Realizas un espectáculo basado en la teoría del error. ¿En qué consiste?

-Por desgracia la sociedad siempre nos impone que el éxito radica en la perfección. Nos inculcan el miedo a ir más allá y a cometer errores. Eso en mi profesión pasa a ser una fuerza interpretativa a diferencia del bufón, que es quien se ríe de la sociedad. El clown tiene un contacto directo desde la habilidad y se burla de sí mismo. Los grandes clown trabajan desde el fracaso y la tragedia y desde allí construyen la comedia. Mi show es un suceso de actos donde mi personaje “Baltabarín” está expuesto en una serie de situaciones donde el fracaso es principalmente el apoyo que tiene y eso lo logra transformar en un triunfo. Más que nada yo insto a poder crear sin límite.

¿Y a pensar de que todo es posible verdad?

-Es que las limitaciones se las pone uno, los miedos no existen, lo que sí existe es la repetición de cuantas veces yo voy a querer hacerlo. Perseguir un sueño y alcanzarlo es viable si mi corazón, mi espíritu y mi mente está enfocado en ello. Por desgracia la sociedad te va a decir “tú no puedes lograrlo”, pero depende de cada uno el vencer ese miedo. Todos esos errores y fracasos que alguna vez tuviste deben ser un alimentador de experiencia para el futuro. En mi vida he perdido el miedo al fracaso y eso me ha llevado a poder viajar y exportar mi trabajo a lugares donde jamás imaginé que llegaría. El no tener miedo al fracaso te llevará a una tranquilidad de poder exponer, jugar tranquilo y sin temor…. Para mí, eso es el éxito.

Por estos días Juan Carlos trabaja en su propia productora de eventos circenses masivos y pequeños junto a artistas de distintos países. Además realiza workshops. Trabaja además distintos proyectos con Zirkolika, la revista de circo más importante de España.

Fotos: Gentileza de Juan Carlos Muñoz

 

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