Carlos Cárdenas: “Me ofrecieron contrato para jugar fútbol, pero el circo es más fuerte”
Carlos Cárdenas es uno de los mayores referentes de los trapecistas en Chile. A sus 73 años tiene una condición física óptima, sigue colgándose del trapecio, gracias a una vida de exigente entrenamiento. De familia circense, le gusta desde que tiene conciencia, pero fue en la década del cincuenta que comienza la profesionalización de su técnica junto a su hermano Luis y se tansforman en “Los Hermanos Cádenas”, exitoso duo con el que visitan varios países. En su apogeo, durante una gira en Venezuela, jugó fútbol con gran reconocimiento, tanto que le ofrecieran contrato para jugar en la segunda división de la liga profesional de ese país. Ni siquiera lo pensó, “el circo es demasiado fuerte”, afirma convencido.
Por Rodrigo Chacón.
Fotos: Esteban Garay
“En una oportunidad, un guardia del Metro me dijo que no correspondía que utilizara el beneficio para los adultos mayores. Tuve que pasarle mi cédula de identidad y cuando la vio terminó ofreciéndome disculpas y pidiendo la receta para llegar bien a mi edad”. Esta anécdota es recurrente para Carlos Cárdenas, que con un cuerpo ágil y fibroso no da cuenta de los 73 años que tiene sosteniéndose en el aire sólo con entrenamiento y rigor. Carlos es el hermano menor del duo Los Hermanos Cárdenas y uno de los más emblemáticos trapecistas de Chile, cuya historia es parte del relato nacional del circo chileno.
La familia Cárdenas se ha sabido ganar un lugar en el corazón de los cirqueros de nuestro país y sobre todo entre los trapecistas para quienes los hermanos Carlos, Luis y Manuel son sus mentores. Miembros de una familia ligada al circo desde muy pequeño se impregnó de la magia de la carpa la pista y el trapecio, aunque no fueron las pulsadas las primeros números que Carlos desarrolló con sus hermanos. Aunque por cierto, siempre mirando el trapecio y a sus máximos referentes que por la década del cincuenta se dejaban ver en los espectáculos del Caupolicán.
Dos de los Cárdenas -Carlos y Luis- se casaron con otras dos emblemáticas malabaristas como son las hermanas Olga y Mercedes Aguirre, armándose un clan familiar que fue dejando huella con el paso de los años.
Carlos mantiene condiciones físicas intactas, ya que “para estar en el circo se debe a mantener una vida sana, de alto entrenamiento físco y alejada de cualquier vicio”, señala. De todas formas nos confiesa que no perdona su copa de vino tinto en el almuerzo, la que según explica, es consumido con moderación para beneficio de su salud.
Así es don Carlos, un maestro de maestros, reconocido y respetado internacionalmente por sus pares, muchos de los cuales han aprendio de él a volar en el circo. Cuenta que aprendió este arte en la década del cincuenta cuando junto a sus hermanos Luis y Manuel se inició observando a los grandes exponentes circenses de la época que llegaban a Chile como grandes estrellas contratados por el legendario Circo de las Águilas Humanas. Casado con Olga Aguirre y padre de cuatro hijos, su familia le ha entregado todo al circo y el circo les ha dado una historia, un reconocimiento y una felicidad que dice, por nada del mundo cambiaría.
Hombre sencillo, simpático, de voz potente, revela que hoy sigue haciendo de todo en el circo. Por cierto siempre en el trapecio ya sea actuando o enseñando a nuevas generaciones, dice que lo mejor que le ha pasado es enseñar su arte y que muchos de sus pupilos hoy deambulan por el mundo actuando, entre otros, en el mismísimo Circo du Soleil.
¿En qué minuto de su niñez o adolescencia usted se dio cuenta que quería ser parte del circo?
-Los que vienen de familia circense como yo, convivimos a diario con el circo y por eso desde siempre uno lleve esas ganas de ser parte del circo. Yo tenía 5 años y ya formaba parte de un circo, era muy niño y no trabajaba, pero ya formaba parte de el. Mi hermano tenía 1 año y recuerdo que mi padre se enfermó y lo llevaron a un hospital. Él estaba bien un domingo y nosotros nos fuimos al circo a jugar. Al día siguiente, mi madre llegó y nos dijo que se había muerto. El día del funeral a nosotros nos dejaron ahí en el circo jugando con otros niños y de un instante a otro nos llamó la atención que venía una banda de música y mucha gente atrás. Con mis hermanos y amigos nos colamos y cuando mi tía me tomó la mano, después de un rato, me di cuenta que sin quererlo, había llegado al funeral de mi papá. Esa fue una vivencia basada en una pérdida, pero yo a mi no se me olvidará jamás porque lo asocio a mi familia. En ese minuto yo estaba en el circo. Con esto quiero decirte que el circo ha estado presente en cada episodio de mi vida.
¿Qué fue lo primero que hizo en el circo?
-Lo que todos parten haciendo…vestirme de tony. Esos son los trabajos con los que cada persona descubre sus aptitudes.
¿Y cómo se llamaba?
-Yo era el Tony Trompito y mi hermano, que creció y se metió también a la pista, le pusieron Tony Choricito, en honor a mi padre que también se llamaba así. Entonces, éramos Trompito y Choricito. Después llegaron mis otros hermanos mayores que estaban en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Cuando llegaron ellos comenzamos a hacer varios actos aéreos hasta que se nos ocurrió hacer un trío de pulsadas. Un acto que nos dio mucho reconocimiento. Fue don Marcial Farfánque a nosotros nos hizo trabajar ese número.
¿Y fue ahí que empezó a gustarle el trapecio?
-Nosotros éramos payasitos y veíamos a los trapecistas del Caupolican, el Águilas Humanas. Pero primero hicimos las pulsadas porque era por ahí donde debíamos partir. Don Hugo Cáceres, que era un empresario, nos llevaba a un camarín alfombrado donde ensayábamos el número. Nos esmerábamos en ensayar mucho pues queríamos que nos contrataran los grandes circos, pero seguramente nos faltaba mucha experiencia y en una primera instancia no pasó nada.
¿Y cómo lo sobrellevaron?
-Don Marcial Farfán nos tomó y enseñó algunos secretos de las pulsadas y nos hacía ensayar y ensayar. Hasta que una vez el papá de los Mazzini nos invitó a una gira por el sur para que en alguno de los actos pudiéramos estrenar nuestro acto. Hasta que llegó el día. Estábamos en La Unión y de un momento a otro nos dijo…”ya, mañana debutan las pulsadas”. Nos tomó de sorpresa porque no nos lo esperábamos…ni siquiera teníamos nuestra ropa adecuada, pero así fue. Al final nos salió muy bien y a la gente le gustó. Ese fue el impulso que necesitábamos para irnos perfeccionando y después nos llevaron a todas partes con el número de las famosas pulsadas.
ÁNGELES VOLADORES
¿Y cómo llegó a ser trapecista?
-Mira, las pulsadas las hacíamos por el año 1962 aproximadamente. Luego nos separamos de los Farfán y nos vinimos a Santiago. Acá nos contrató el Circo Frankfort y nos llevaron a actuar por varios lugares. Llegamos hasta Colombia. Fue en ese circo que el dueño nos autorizó para iniciarnos en el trapecio y desde ese momento partimos con todo. Era un buen acto, a la gente le gustaba lo que hacíamos en el trapecio a tal punto que nos hicimos de un nombre en el ambiente circense. Si usted pregunta a gente de la época qué tal los hermanos Cárdenas, le dirán que eran uno ángeles para volar.
¿Ángeles en el sentido de la forma en que lo hacían?
-Claro, porque don Marcial Farfán nos enseño muchas cosas relacionadas con la estética del trapecista, los consejos, la forma de trabajar, de cuidarse, etcétera. Al final rescatamos todo eso y lo sacamos a relucir en nuestro propio acto. Así fue el inicio y siempre fuimos perfeccionando la técnica e innovando.
A usted lo reconocen también como un maestro de trapecistas.
-Sí, nosotros tenemos hartos trapecistas que están en el Soleil, en México, en Colombia. Fíjate que hace poco se hizo una congregación de empresarios circenses que vinieron de todas partes del mundo y entre ellos venía un chico llamado Elver Pompeyo, quien tiene más de sesenta años, y delante de toda la gente de ese lugar, nos destacó como parte de sus mentores.
En Lima se hacen también los Premios Tonino y en una temporada, trabajando en el Circo Polaco, sin saber, nos nombraron los mejores trapecistas de la temporada. Luego otros chicos ganaron el segundo premio pero cuando recibieron el diploma uno de ellos dijo “este premio es para los Cárdenas, porque sin ellos nosotros no seríamos nada”. Para nosotros es un bonito reconocimiento.
¿Había seguridad para trabajar en su época de oro?
-En esa época se trabajaba con red, pero igual uno se sacaba la cresta. En esa época, en nuestros inicios, hacíamos trapecio con un chico que se mató en uno de los números. Después, su hijo que se llama Gino Morales, que es ahijado de mi hermano, también sufrió un accidente y ahora esta en silla de ruedas.
¿Y usted ha sufrudo algún accidente en todos estos años de trapecio?
-Claro que sí…obvio. Hay un dicho que dice que el que no se cae no es buen trapecista. Nosotros nos caímos varias veces y gracias a Dios sin consecuencias. Hacíamos unos trucos difíciles y dos veces nos caímos. Al otro día ya estábamos ensayando nuevamente. Adoloridos y machucados, pero finalmente nunca nos sucedió nada grave.
¿Qué características debe tener un trapecista hoy en día?
-Principalmente hay que cuidarse tanto en el ejercicio arriba del trapecio, como en el cuidado del cuerpo. Yo, al igual que mis hermanos, tuvimos una vida muy sana. Éramos muy deportistas además.
¿Qué deporte practicaban?
-Fútbol, en Venezuela, cuando estábamos de gira, nos hacían partidos en cada uno de los pueblos donde instalábamos la carpa. Jugábamos con las selecciones de cada lugar o comuna y nosotros teníamos nuestro propio equipo. Éramos muy buenos para la pelota, siempre ganábamos y la gente nos iba a ver. A veces se transformaba en un espectáculo aparte.
¡Ah eran buenos, buenos!
-Pero claro, si una vez nos querían contratar como futbolistas para que nos quedáramos. Habríamos jugado en la Segunda división de Venezuela.
¿Y no le gustó la idea?
-No, no era lo nuestro, el circo tira mucho más. Lo que pasa es que nosotros manteníamos una condición física bien particular producto de toda en la carpa. De hecho era una época en que todos los circos tenían sus propios equipos de fútbol.
¿El fútbol y el circo estaban unidos?
-Mucho, una vez en Venezuela jugamos contra un equipo que se llamaba Deportivo Carabobo (hoy uno de los principales equipos de la primera división de la liga profesional venezolana) y nosotros nos vestimos de Colo Colo. Nos fueron a buscar para servirle de sparring al primer equipo en el estadio de la ciudad de Carabobo. Llegamos y estaba lleno.
¿Y cómo les fue en ese partido?
-Pa qué te cuento, a los 10 minutos ya le llevábamos tres goles y ellos sólo nos hicieron uno. Lo mismo pasó después con el Deportivo Italia que le ganamos 3 a 2. Los circos chilenos se caracterizaban por tener buenos futbolistas. Los Tachuelas eran increíbles, al chico de Los Tachuela no lo paraba nadie.
¿Y cómo explica usted todo eso?
-Porque éramos sanos, no teníamos vicios, no trasnochábamos, tomábamos sólo una de copas de vino al almuerzo y sería todo. Luego a entrenar todo el día desde las 7 de la mañana las pulsadas y en la tarde hasta las 2 de la madrugada seguíamos con trapecio.
¿Y ahora los trapecistas se cuidan como antes?
-Sí, se cuidan los chicos ahora también. Hoy en día han salido muchos trapecistas talentosos que hacen números incluso mucho más osados que los que hacíamos nosotros, como el famoso Triple Giro. Nosotros con suerte hacíamos una Doble con giro y ahora hacen triple y hasta cuádruple. Hay un trapecista de los González que estuvo en el Soleil y hacía la cuádruple, es decir cuatro vueltas y giro. Para hacer eso hay que tener una técnica especial, muy cuidada y hay que cuidarse también.
¿Qué otros colegas destaca de esa época en el trapecio?
-Los Valencia eran buenos. Ellos después se disolvieron porque la gente va cambiando y prioriza otras cosas. Nosotros afortunadamente seguimos juntos.
Me imagino que a su esposa la conoció en el circo
-Sí, ella era de circo. Nosotros con mi hermano nos casamos con las hermanas Aguirre. Mi hermano con Mercedes, la mayor, y yo con Olga. Mercedes era conocida como la malabarista Rosana Di Monti. Era muy buena en lo que hacía y enseñó su arte a varios en mi familia. Mi hijo fue malabarista, el hijo de ella fue malabarista y hay en general varios Cárdenas que son buenos malabaristas y pocos son trapecistas.
¿Cuántos hijos tiene?
-Cuatro hijos. Tres están en Chile y una en Las Vegas. Está casada con un trapecista y está trabajando en la producción del Soleil.
Hace unos días me contó que estaba haciendo una carpaCuando lo llamé la primera vez estaba haciendo una carpa. Le hace a todo por lo que veo.
-Es que una de las características de la gente del circo es esa. Todos hacemos de todo en un circo, y lo que no se sabe, se aprende. Yo por ejemplo no tengo idea de mecánica, pero sí se carpinterear, sé hacer costuras, hago tenidas para espectáculos. Una vez me tocó hacer toda la guardarropía incluso la de las mujeres para el Golden Circus. Una vez me atreví porque era necesario y me quedó bien bonita y seguí. Yo tengo dos carpas hechas por mí y me han quedado buenísimas.
¿A qué está dedicado por estos días?
-Estoy asociado con un sobrino en un espectáculo con una carpa para salir de gira permanentemente. Ahora mismo estamos en receso, pero funcionamos como empresarios circenses, contratamos gente, etc.
¿Cómo se llama el circo?
-Arena Circo se llama este circo. Aunque yo tengo mi propia carpa y mi propio circo, pero como estamos en esto, lo guardamos. El circo mío se llamaba Circo Mágico del Sol. Tenemos ese circo hace muchos años.
¿Y se dedica a enseñar también?
-Claro, cuando salimos de gira tenemos los alumnos que van saliendo y los mismos integrantes de la familia. Siempre estamos entregando conocimientos. También hacemos clases a las personas que lo requieran, talleres y esas cosas. Se podría decir que tenemos alumnos alrededor del mundo ya que siempre hemos impartido conocimientos.
¿Y qué le parece que muchos artistas se vayan de Chile?
-Lo que pasa es que para el artista de circo el que te salga un contrato afuera, es como sacarse la lotería. Hay un niño de la familia Henríquez, que es familiar del “Tilín” (Cristián Henríquez más conocido por su personaje de “Ruperto” en la TV). A ese niño le enseñó mi sobrino Mario Germán y a su vez a él le enseñamos nosotros. El chico tiene una troup en China, pero Mario se lo llevó a este niño y le enseñó todo lo que sabe y ahora es muy capo. El trapecista si hace doble salto mortal, ya tiene cómo irse afuera y perfeccionarse también.
¿Qué proyecto le queda pendiente?
-Retomar mi circo tal vez e impartir más conocimientos para tener mis alumnos. De esa manera yo me entretengo enseñando lo que sé ya que cuando ellos llegan a ser adultos, ellos comentan y nos agradecen a través del tiempo. Esas cosas son bonitas y quedan para siempre, es lindo que a uno le reconozcan lo que ha hecho por otros. Quedan descendientes en el circo. En una oportunidad, mis sobrinos se juntaron con los hijos de otro cirquero que estaban en China. De China se fueron a Malasia a ver unos trapecistas ecuatorianos y el papá de ellos era íntimo amigo de nosotros y cuando se encontraron uno de ellos estaba ensayando la triple mortal y resulta que en la conversación salí al baile a propósito de que estaban ensayando ese número de trapecio.
¿Y le piden consejos?
-Sí, una vez mi hijo me llamó desde Malasia también cuando estaban fallando en un cruce y terminé dándole indicaciones y dirigiéndolos desde el celular. A los dos días me llamó que están contentos porque les salió perfecto.
¿Qué mensaje le dejaría a las generaciones que vienen?
-El mensaje es que se cuiden mucho, no se sobrepasen de los límites ya que a uno Dios le da la vida y el cuerpo, pero el envase hay que cuidarlo y de eso somos responsables nosotros nadie más. Los vicios están ahí siempre deambulando y es lo peor si se quiere estar en el circo. No abusen del licor, de las drogas, no fumen. Todo eso tarde o temprano les pasará la cuenta. Yo me encuentro con personas de 50 años que están para la historia y más aún aquellos que no son del circo peor. En general hay que cuidarse mucho.
¿Usted ha estado enfermo grave alguna vez?
-La única vez que estuve en un hospital fue cuando me operaron de la próstata, pero a los pocos días estaba perfectamente y ya me quería ir. Los médicos me decían que me iban a doler algunas partes y yo no sentía dolor alguno. Me dieron de alto rápido.
¿Qué mensaje le deja a los chicos que quieren meterse al circo?
-Para los que quieran ingresar a este mundo, decirles que se van a enriquecer física y mentalmente. En el circo la gente acoge como nadie e incluso incorporan al afuerino para que se haga parte de este mundo tan particular.