Pilar Ducci en medio de las familias circenses: “Sentía que estaba metida en la historia de Chile»
Pilar Ducci es bióloga, historiadora y conferencista, hasta que el azar la hizo recorrer más de veinte circos regionales durante un verano. Habló con familias circenses completas y se sintió dentro de la historia de Chile, aunque ellos no tenían conciencia de su importancia. Matea, decidió que había que recopilar estas historias, pero agregándole documentos e información historiográfica. Le tomó 4 años hacer el primer libro sobre la historia del circo chileno, reconstruyendo con pasajes inéditos, una parte del alma original de nuestro país. Esta es su propia historia en Saberes de Circo.
Por Nancy Arancibia
Fotos: Esteban Garay
El libro “Años de circo : historia de la actividad circense en Chile”(2011) de Pilar Ducci es un texto de incalculable valor histórico y patrimonial que, por primera vez, reconstruye la historia del circo en nuestro país, desde la colonia hasta nuestros días, permitiendo reconocer la importancia y el valor patrimonial del circo, tanto que hoy organizaciones circenses de Chile y el mundo gestionan su presentación como patrimonio mundial intangible ante la Unesco con la participación de varios países y Chile como uno de los promotores principales.
Bióloga de formación, estudió luego historia y se dedicó a dar charlas que vinculan la ciencia con otros sectores del saber. Decidió rescatar el valor del circo con lo que ella mejor podía aportar, es decir, la investigación que produjera información, datos duros, documentos. “Sentía que tenía que contar esta historia que ni los mismos circenses sabían”. De alguna manera, lo osado de las familias circenses, que una y otra vez ponen en riesgo todo, en la empresa que es poner en marcha un circo, se apoderó de ella para emprender su propio desafío, el de armar y organizar un mundo que hasta ese momento se transmitía fundamentalmente por las tradiciones, por la oralidad y el hacer, sin documentar nada. Tomó cuatro años en lograrlo y el resultado la sitúa entre los aportes fundamentales para la valoración del circo como patrimonio.
¿Te desarrollaste en el área de la ciencia y la historia, pero cómo te encontraste con el circo y la idea de hacer un libro?
-Fue de esas cosas maravillosas de la vida que se dan, son casualidades extraordinarias. Yo de formación soy bióloga y trabajé como tal durante mucho tiempo, entonces tengo una trayectoria de investigación. Esa disciplina y la metodología de investigar, la tenía antes de hacer el libro. Con el circo se juntaron varios factores. Creo que uno de ellos fue el hecho que yo no crecí en Chile, sino que en varias partes. Fui muy nómade y eso me hizo sentir muy afín con el espíritu circense. Yo no soy capaz de darme una vuelta de carnero, pero había algo en el espíritu del circense que me llamaba la atención. Tal vez el desarraigo y que yo como nómade me sentía a la vez con poca raíz en Chile, ¡es algo muy paradojal!
¿Pero eres chilena?
-Sí, soy chilena pero llegué grande, estudié en Chile y en Estados Unidos. Creo que siempre sentí falta de raigambre. Cuando conocí a Pancho Bermejo (fotógrafo que más ha retratado el circo en Chile), que también vivió en Isla de Pascua mucho tiempo, con una gran conexión con la raíz y un trabajo muy sólido con el folclore y las cuecas, se me abrió el mundo de lo identitario y enganché de inmediato, porque era algo que me faltaba. Antes de conocerlo mi referente en las cuecas eran Los Huasos Quincheros, era todo lo que yo conocía –dice riéndose de si misma.
Ya viviendo con Pancho y siendo pareja, él se interesó por fotografiar el circo y yo, entre enamorada y siguiéndolo, mi interesé por el folclore y saber en qué consistía ese mundo. Mientras Pancho sacaba fotos, yo grababa a la gente y conversaba con ellos. Paseamos un verano, entre el 2007 y el 2008, por veintitantos circos, alojando con ellos. Grababa a los más viejos y viejas de los circos, preguntándoles de dónde venían. Tu sabes que el circense tiene una noción de sí mismo muy intuitiva y de mucha tradición oral. No tienen ninguna costumbre de documentar nada, porque no es su función, no es su papel, es su forma de expresión. Lo de ellos es sólo lo oral y el hacer. Pero yo como soy matea, necesitaba algo escrito, fechas documentos, etcétera.
¿Profesionalmente qué estabas haciendo en ese momento?
-Yo hago clases, charlas, conferencias, ediciones de texto y esas cosas. Soy bien freelance todo el tiempo y me dedicaba en esa época a hacer muchas de esas cosas sin contrato. Tenía siempre como harta costumbre en manejo de documentos, estaba bien habituada en eso. Llegué entonces en marzo, después de ese verano y dije “yo debo saber más, no puedo sólo tener los relatos orales que tienen un aire súper vívido, pero me hacía falta el documento. Todos hablaban del abuelo, el bisabuelo y contaban sin tener mucha noción sobre sus orígenes. Ellos sabían que venían de varias generaciones, pero tampoco tenían claro quién era el primero. Recuerdo haber encontrado una revista en un diario llamado “El Chileno”, de 1880 y vi una publicidad que difundía la presentación de Los Fabulosos Ventura y yo había estado con don Vicente Ventura. ¡no podía creerlo!.
Ni él sabía que ya en 1880, Los Ventura tenían un nombre, que se presentaban y que tenían avisaje en los diarios de la época… entonces eso fue un hallazgo extraordinario. Ilan Oxman (investigador sobre el circo) estaba trabajando en esa misma época haciendo entrevistas. A mí también me interesaban las entrevistas, pero por mi formación de historiadora me fui involucrando más por saber la parte historiográfica.
¿Sentías que tenías un material importante al que había que darle valor?
-Sentí varias cosas. Una de esas era darle valor a ese trabajo de campo con las entrevistas, pero al mismo tiempo sentía que ni los circenses estaban tan al tanto de su importancia histórica. Esto no es una crítica, ellos más bien son lo que son y listo, pero no estaban muy consientes del tremendo valor histórico que yo intuía, no existía nada escrito. Fui a la Biblioteca Nacional, a la parte de revista a buscar entrevistas, notas, reportajes, etcétera, y me fui encontrando con un mundo extraordinario. Luego me fui al Archivo Nacional y me encontré con muchas solicitudes de patente municipal que les permitieran el funcionamiento. Luego me di cuenta que el circo chileno se nutrió mucho de sus pares extranjeros y que Chile tuvo en Valparaíso, el puerto principal del Pacífico durante todo el siglo XIX, una ruta donde pasaban los circos de todas partes del mundo. Nuestro país era la primera parada y circos de gran renombre llegaron primero acá que a México o California, porque estaban obligados a pasar por el estrecho de Magallanes. Entonces el circo nace en Europa, se difunde por Europa a fines del siglo XVIII, pasa rápidamente a la costa este -Nueva York, Philadelphia- ese sector de Estados Unidos, por el vínculo que había entre Inglaterra y Estados Unidos, y empiezan los viajes que iban directo al estrecho de Magallanes y Valparaíso. Entonces Chile empezó a recibir un influjo de compañías circenses internacionales que nutrieron las compañías de volatineros que ya existían en Chile y que no funcionaban en carpa, sino en patios de casas. Estos grupos de circenses que funcionaban en patios empiezan a nutrirse, entre otras cosas, de la pista circular, del amaestramiento de animales, y del uso de caballos que traían los circo internacionales.
¿Antes de esa influencia externa, había algo que fuera propiamente de Chile?
-Las artes circenses eran las mismas, pero la gran influencia extranjera era la logística, la pista circular, el traslado, el afiche, el marketing y ese tipo de cosas. Eso nutre mucho a los locales y nace el circo chileno muy tempranamente en el siglo XIX con pista circular y ya para 1850 los circos acá tienen carpas y son itinerantes. Ese hallazgo es muy interesante, el cómo empiezan a quedarse algunos artistas extranjeros en Chile y los chilenos comienzan a irse, florecen en el extranjero y luego regresan con nuevas ideas y propuestas. Otra cosa muy importante, es que en Chile no existía -en el tiempo de la colonia- ningún referente escénico, no existía el teatro y entonces el circo pasa a ser el gran referente escénico. Hacia mediados del siglo XX, Cecilia, Violeta Parra, El Pollo Fuentes, Los Hermanos Campos, Los Perlas y todos los grandes folcloristas y la Nueva Ola, se presentaban en circos más que en teatros. Esa era su forma de hacer giras por Chile. Hay una vinculación muy fuerte entre el folclore y el circo, ya que itineraban juntos a través de todo el país.
Antes del circo no existían ni espacios, ni teatros, no existían managers que pudieran mover a un artista, entonces se sumaban todos a los circos y el circo era un espacio de sociabilización popular, -que lo sigue siendo-, de gran convocatoria y que unía a todos.
LAS MOTIVACIONES
¿Cuándo estabas en este proceso, recuerdas un momento en que sintieras que habías descubierto algo muy importante?
-Sí, habíamos tenido harto contacto con Julio Rebolledo de México (historiador sobre el circo), lo que me ayudó a armar esta película de cómo el circo extranjero influye en Chile y cómo se retroalimenta también. Pero había algo que existía en México y que no había visto acá; los Patio Maroma, que eran casas dispuestas para presentar estos conjuntos circenses, previo a la llegada de la pista circular y acá en Chile, hasta ese momento yo asumía que estos grupos circenses se presentaban en plazas y distintos lugares públicos, pero en el Archivo Nacional cuando estaba revisando documentos, me acuerdo que vi un anuncio que decía “solicito patente para mi casa de volatín”y ahí entendí que acá también existieron los Patio Maromas que en Chile les llamaban Casa Volatín (centros públicos de recreación). Eso no se sabía, ni siquiera los circenses, entonces, fue un gran hallazgo, saber que la actividad en Chile previo a la pista circular, era muy intensa y muy fuerte, y estaba establecida en las casas de volatines que funcionaban algunos días dela semana como chingana para folclore y el resto como Casa Volatines.
Otro hallazgo importante fue encontrar afiches que estaban perdidos, encontré por ejemplo, un afiche de circo en el Teatro Municipal, una señal más de que el circo en esa época era muy importante.
¿Qué tiene de especial el circo, que movilizó tu vida para hacer este gran proyecto?
-Los circenses son una comunidad algo compleja, algo arisca, pero entre las conversaciones se fueron armando vínculos, me pasaron imágenes antiguas de sus familias y en poco tiempo empecé a ir a matrimonios y funerales de las familias. Sentía que estaba metida en la historia de Chile.
Me atrajo el tremendo vanguardismo de estas familias, por una parte son tradicionales, pero toman riesgos increíbles, en sus proyectos circenses lo arriesgan todo. Son empresas, productores, se autogestionan y autofinancian desde siempre. Son pioneros, a pesar de cierta rigidez en las costumbres, es en el circo donde primero se abre un espacio igualitario para la mujer y se le permite profesionalizarse. En ese tiempo las mujeres no mostraban ni siquiera el tobillo, pero en el circo aparecían con malla, eso es impresionante.
Pero lo que más me atrae son los payasos, para mi son lo más importante. Tienen humor, son el ancla de los espectáculos, tienen “cachativa social”, intuitivamente incorporan lo que está sucediendo en la sociedad. Los payasos están ahí directamente, no entienden el espacio social del payaso, sólo lo viven y lo sienten. Cuando el payaso está en el escenario el público dice “ahí estoy yo”, son esenciales y uno se identifica. El payaso es quien no tiene nada especial y por eso mismo te representa, en contraposición con el trapecista que representa más bien lo inalcanzable, lo extraordinario.
Por otra parte, el circo representa la naturaleza humana, porque más allá de la crítica actual y la pertinencia de la presencia de animales es el intento del hombre de dominar la naturaleza. Nada refleja mejor la condición humana que el circo. Me mueve esa dimensión antropológica del circo.
CIRCO E IDENTIDAD
¿Hay algún rasgo distintivo del circo chileno?
-Además del payaso, el circo chileno es bien único en general. Creo que un rasgo es la participación de la familia extendida. Incluso los circos más grandes como el de Los Tachuelas, tiene un núcleo familiar que es su eje central. Mientras más se profesionalizan y contrata a gente de escuela -que es lo que está pasando en todas partes del mundo- más se desvinculan de lo familiar. Lo tienen, pero están cada vez más profesionalizados y con esto no estoy diciendo que no sean profesionales los circenses, lo son y mucho, lo que pasa es que no son de escuela.
¿Por qué el circo aporta a la identidad nacional?
-Porque el circo chileno, peruano o ecuatoriano, es un espacio de socialización popular, es muy transversal, de todas las clases sociales, todas las edades, géneros. Todos van al circo puesto que es un encuentro de temas en torno a los que todos se sienten identificados. Se van a reír del mismo chiste, desde la persona más rica de La Dehesa hasta el más pobre de La Pintana, eso ya genera identidad y algo en común. Cuando encuentras cosas en común y que te unen, existe identidad. El circo tiene esa magia, esa maravillosa capacidad de poder sacar las cosas que te vinculan. Tanto es así, que vas a ir a un circo en Europa, donde van a hablar en otro idioma y te vas a vincular igual, te vas a sentir humano.
En el caso de nuestro país, todavía se conservan números muy antiguos, que tienen mucho valor. Vi una vez la familia de los Neira, con un espectáculo donde entran a escena 9 a 10 personas y se van sumando más. Recuerdo haber visto un cirquito chico muy familiar por Curanipe y de repente aparecen todos esto payasos juntos en algo delirante, con rutinas antiguas, absolutamente alucinantes y que eran una especie de representaciones. Por ejemplo la de “Giango viene a la ciudad”, donde está el personaje Giango más otro y otro personaje, con representaciones completas e historias donde el payaso se disfraza de su personaje. Todo lo anterior representado en un escenario, es algo increíble. Esas rutinas ya no se hacen, se están perdiendo. Esto lo vi el 2011 o el 2012 y los circos chicos de familia todavía lo hacen.
¿La familia Parra, especialmente Violeta, estuvieron muy vinculados al circo?
-Los Parra en el circo es como para un libro completo. La Violeta terminó en su carpa en Peñalolén. Es el espacio circular donde no tiene ni frente, ni espalda distinto al teatro, no hay izquierda, ni derecha. Hay una cosa de acceso, una cosa mágica. El público como el artista, es muy democrático. En el teatro, un escenario, unos están arriba, al frente, los otros abajo, te muestro lo que te quiero mostrar. Me cambio ropa fuera de escena, etcétera…En el circo, pasa todo ahí.
LA HISTORIA DEL LIBRO Y LA PROYECCIÓN DE UNA SEGUNDA EDICIÓN
¿Cuándo hiciste el libro sobre la Historia del Circo en Chile, te costó mucho ordenar tanta información?, ¿dejaste muchas cosas afuera?
-Son más de 200 páginas, las imágenes son antiguas, de la familias, harta entrevista, no todas las que hubiera querido, pero traté de ponerle todos los datos duros, la información pura. Opté por hacer una línea cronológica de la historia del circo, apoyarme en los datos historiográficos y las entrevistas para poner en contexto.
¿A quién se lo querías entregar?, ¿quién era tu público?
-A los circenses, inicialmente, mi objetivo era entregárselo a ellos, casi todos los libros fueron para ellos. Pero ahora te diría que el público es gente vinculada con el circo en Chile y el extranjero, he tenido que mandar muchos libros a la Federación Mundial de Circo. Hay archivos en Ámsterdam, Mónaco y Estados Unidos.
¿Qué fue lo más difícil?
-Me demoré 4 años, desde la investigación hasta que se publicó. Además de sintetizar un caudal de información, fue un libro al que le cambié muchas veces la estructura. Partí de una forma cuando tenia una cantidad de información equis. Luego aparece más información, se cambió la estructura, luego más información y vuelta a cambiar nuevamente. Esta estructura cronológica la hice muy al final. Los avances al Fondart no tienen nada que ver con el libro final (ríe). En el fondo cuando iba apareciendo más información, me di cuenta que podía ordenarlo cronológicamente. Al principio tenía dudas de eso porque cuando no tienes toda la información imposible dejar 60 años en blanco.
¿Has pensado en una segunda edición, agregando información que quedó fuera o que llegó una vez publicado?
-¡Claro! Una vez publicado apareció mucha información. Me decían «por qué no me incluiste a mi», me pasaban fotos etcétera. Hay una idea de segunda edición, pero me falta tiempo, laboralmente debo concentrarme en juntar recursos, por ahora no puedo destinar una cantidad de tiempo a esto, pero si Dios quiere, voy a poder hacerlo.
¿Qué has pensado incluir en esta esa segunda edición o segundo libro?
-Haría mayor análisis antropológico, más sobre cómo el circo trasforma los espacios. Los ensayos que he publicado ahora último, para el Ministerio de las Culturas y las Artes, tienen más que ver con eso. Me gusta lo antropológico, con harto énfasis en los payasos, tratar de recuperar algunas de las rutinas antiguas antes se pierdan, eso me gustaría.
¿Qué piensas del circo contemporáneo o nuevo circo?
-Voy a ser sincera, no creo que exista un circo tradicional y un circo contemporáneo, creo que el circo ha sido siempre uno. Para mi el circo es circo y no le hago muchas distinciones. El Tony Caluga viejo no era de circo, el se une al circo y hay un montón de gente que ha tenido alguna destreza y se ha unido al circo. Yo veo el circo contemporáneo como un espacio de artes circenses que se ha profesionalizado, que se nutre y se retroalimenta con el otro. Para mi el circo es circo.
Me pasa que el arte escénico circense yo lo disfruto, aunque no me doy una vuelta de carnero -dice riéndose-, lo aprecio, y me pasa lo mismo en el tradicional porque soy una espectadora que lo disfruta, por lo tanto, el contemporáneo me interesa menos porque no tiene esta dimensión antropológica que tiene el tradicional. Hablo en términos de materia de estudio, no es que no lo aprecie, no me guste o no lo valore. Me gusta que exista y creo que se necesita más diálogo. Pero en Chile hay mucho más diálogo de lo que hay, por ejemplo, en Europa, allá sí hay distancia entre los circo. Yo veo grandes oportunidades de vinculación entre ambos.
DECLARACIÓN DEL CIRCO COMO PATRIMONIO INMATERIAL MUNDIAL
¿Algún proyecto en el corto plazo?
-Creo que el circo está más fuerte que nunca, estamos dando pasos muy importantes junto a la Federación Mundial de Circo, que si Dios quiere va a resultar, para que el circo tradicional sea declarado patrimonio mundial intangible de la humanidad ante la Unesco. El circo tradicional está haciendo las gestiones para eso. Yo acabo de estar en la Federación Mundial de Circo en Mónaco y lo interesante es que ellos lo están postulando con mucho apoyo del ministro de Cultura y Educación de Hungría ante la Unesco. Se trata de promover el circo tradicional mundial, no el de Chile, Perú o México, sino en general, como patrimonio intangible mundial. Eso sería un gran logro. Estamos en vías de concretarlo y yo también lo estoy apoyando, trabajando harto con el Ministerio de las Culturas y las Artes de Chile, al igual que lo está haciendo el Parlamento Europeo. Uno de los grandes logros de esto es que Chile es como caballito de batalla en la gestión. El circo en Chile es muy admirado porque acá se conserva mucho todavía la estructura tradicional que los europeos no es que la hayan perdido, pero esta cosa familiar, el aserrín, el hacer todo entre la familia, les provoca mucha nostalgia. Entonces les llama la atención el tipo de los logros obtenidos, tener una Ley de Circo, tener le Día Nacional del Circo. Son triunfos a nivel institucional que el circo ha logrado a través del Sindicato de Circo y eso es bien notable.