Mujer Barbuda

Desobedeciendo la feminidad normativa

Por Galia Arriagada Reyes 

 

   A lo largo de la historia, la feminidad ha condicionado a la mujer en su apariencia y comportamiento, hasta que el feminismo irrumpe y comienza a cuestionar este concepto, porque se trata de una categoría que subordina nuestro cuerpo a partir de la validación social. El siglo XIX fue el año dorado del circo tradicional y de los freak shows, siendo la mujer barbuda una de las atracciones, en esa época, era una rareza ver a una mujer con pelo excesivo, sobre todo si cubría gran parte del rostro, y era una excentricidad porque uno de los atributos femeninos era ser lampiña. Entonces se produce una ambivalencia, por una parte, se excluye a la mujer barbuda por su falta de belleza, por otro lado, se le asigna este rol de anormalidad para ser exhibida a la misma sociedad que la rechaza por su cuerpo. Lo interesante es pensar en cómo la mujer barbuda es capaz de romper la estética sistematizada.

 

En México, el año 2018 se estrenó el resultado de un Laboratorio de Creación que formaba parte un macroproyecto llamado Mujer Barbuda, gestionado por Anarama Investigación y Gestión Cultural A.C., dirigido principalmente por Valeria López. El nombre es adquirido “porque supone el reconocimiento de la diferencia corporal”, en este contexto, se considera que la mujer circense porta un cuerpo diferente, más musculoso debido al ejercitarse y tonificarse. El logotipo del proyecto está inspirado en una fotografía de Renata Pinal levantando el brazo como símbolo de fuerza, mostrando su brazo fornido, en efecto, la abstracción fue diseñar una mujer haciendo el mismo gesto de perfil, arriba titulado Mujer Barbuda, abajo escrito Las mujeres en el circo actual. Cuando se señala la diferencia corporal en la explicación del nombre, también alude a la antigua mujer barbuda que era una estrella de circo, así fue el caso de Julia Pastrana, ella era mexicana, era exhibida como rareza, además de ser acróbata, bailarina y cantante, se convirtió en una fuente de ganancias para su marido y el circo, incluso después de su muerte, ya que su cuerpo fue embalsamado y continuaba presentándose al público, se trata de una historia que encarna la morbosidad humana, Julia Pastrana era tratada como un objeto mercantil y de burla, la llamaban “la mujer mono”, en resumen, ejemplifica la dominación patriarcal, propiedad de su esposo y/o de la industria del circo. En cambio, ahora las mujeres barbudas son independientes, empoderadas, por ejemplo Jennifer Miller, artista de circo estadounidense y docente, este vuelco le otorga a un simbolismo de poder.

El Laboratorio de Creación fue parte de la segunda etapa del proyecto, que aparte incluía seminarios y conversatorios, éste fue financiado por el Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA). Primero hubo una convocatoria dirigido a cirqueras de cualquier disciplina que cumplieran ciertos requisitos de postulación, derivó en diez artistas seleccionadas que estuvieron en proceso de creación entre el 13 y 17 de agosto del 2018, para presentar funciones el 18 y 19 de agosto, espectáculo que fue co-dirigido por Mariana Fernández, circense y bailarina.

La intención del laboratorio, al igual que el resto de actividades que compone el proyecto Mujer Barbuda, es reflexionar acerca del género en el circuito circense, en especial, las mujeres que cumplen el rol de artistas, gestoras y agentes culturales, hay un posicionamiento concreto de la mujer en el circo mexicano y que fue potenciado aún más gracias a Anarama. Las mujeres circenses escogidas por la convocatoria fueron: Abril Mezo, Andrea Contreras, Carolina Cañas, Celeste Díaz, Danaé Basurto, Irazema Hernández, Kathia Valles, Carmen de Huerta, Meztli Juárez Galicia, Paulette Parra. Entre ellas decretaron una serie de consignas, de las cuales destaco: feminidad, fuerza, brazos grandes, estereotipos, violencia, bloqueos y obstáculos. Todas estas nociones atraviesan el cuerpo femenino, y la feminidad engloba las últimas cuatro consignas, a diferencia de los brazos grandes y la fuerza que sería la antítesis bajo el criterio machista.

Bell Hooks es una reconocida feminista estadounidense, se plantea el activismo desde su corporalidad morena afrodescendiente, su postura ante la feminidad normativa se puede dilucidar desde distintos puntos de vista. Ella crítica las nociones de belleza por el sexismo, “todas las mujeres, independiente de su edad, son socializadas, ya sea consciente e inconscientemente, para sentir ansiedad por sus cuerpos, para ver su carne como un problema” (Hooks, 2017:57), en otras palabras, el dominio patriarcal nos presiona para sentir complejidades sobre nuestros cuerpos ante el modelo de mujer que fabrica, direccionado a la delgadez como meta, tipo “palillo” como las denomina Hooks. En una entrevista a algunas integrantes del elenco de Mujer Barbuda realizada por la plataforma digital mexicana Chida, Andrea Contreras responde “tienes que verte de alguna manera, en ocasiones dejé de comer y muchas chicas me dijeron yo también”, es común en mujeres que trabajan en las artes escénicas, al ser el cuerpo su herramienta de trabajo, se ven forzadas a adelgazar para cumplir con el estereotipo de feminidad, la supuesta cualidad de ser esbeltas, o sea, responder al gusto sexista que impone el sistema neoliberal, ella también añade: “cuando vas a vestuario te dicen vas a usar esto, tienes que salir con tangas, tienes que sacar el lado sexy, el lado femenino, siempre se está esperando que te veas de cierta manera y a veces ni siquiera te piden gran complejidad de técnica”, se reafirma esta visión machista sobre el cuerpo de la mujer que la valora más por su físico, en vez de la capacidad de su talento artístico y  profesionalidad.

A continuación, analizaré algunas escenas de Mujer Barbuda, teniendo en cuenta que la obra visualiza múltiples temáticas que abordan la problemática del género, sin embargo, voy a delimitar mi enfoque hacia el estudio de la feminidad, en la decodificación de la creación colectiva respecto a este concepto.

Después de un número de Hula Hoop, seis integrantes del elenco van al centro del escenario, cinco de ellas con un objeto en mano, los elementos son un par de tacones rojos, un par de zapatos blancos, una jaula de ave y un vestido, todas se detienen y congelan la escena posando con el objeto. Los tacones y el otro par de zapatos, son un ícono de las mujeres, de hecho, el travestismo uno de los accesorios que más resalta son justamente son los tacos, con la finalidad de vestir como mujer. El vestido como vestuario femenino por excelencia, desde el siglo XX el uso del pantalón es común en la mujer, pero, el patriarcado distingue el vestido como símbolo de feminidad. Finalmente, la jaula de ave que en ese instante solo está siendo sostenido por una de ellas. Luego, aparece Abril Mezo vistiendo una malla roja y se sienta al centro del cuadro delineado por sus compañeras, comienza a sonar la clásica música del opening de las princesas Disney, princesas rodeadas de animales bonitos y serviciales que la ayudan a embellecer cada mañana, por ejemplo, a mí me recuerda a Blancanieves o la Cenicienta, asimismo, actúa parte del elenco alrededor de Abril, parecen ser sus asistentes de imagen, maquillándola, colocándole el vestido, los tacones rojos, y por último, la jaula de ave en la cabeza.

 

Todas las generaciones de niñas hasta inicios del año 2000, crecieron con el imaginario Disney. Las referentes eran las princesas, siempre esbeltas, bien peinadas, maquilladas, tiernas, delicadas, o sea, excesivamente femeninas. Por lo que, salirse de ese canon de belleza, significaba automáticamente relegar a la mujer de fea, imperfecta, mal vista. Aunque el feminismo ha batallado hace décadas contra la idea sexista de la apariencia en mujeres, la moda patriarcal continúa inquebrantable, el afán de la publicidad, la televisión, las revistas sigue perpetuando un estereotipo gordofóbico, por este motivo, hay trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia, la culpa de comer, la ansiedad por bajar de peso. En las artes escénicas el modelo se replica, a las actrices, bailarinas y cirqueras se les exige un cuerpo ideal para poder conseguir trabajo, o evitar ser criticadas por su físico después de un ensayo, de un montaje. En la obra se está representando ese patrón que responde a un espectador masculino hetero cis. Cuando Abril ya está totalmente vestida, el último accesorio es la jaula, ésta simboliza el encierro mental, la sensación de estar aprisionada por todos los criterios machistas sobre el cuerpo. Acto seguido, ella camina por el escenario diciendo en voz alta frases como “las privilegiadas del bisturí”, “a las que van al gimnasio”, es una realidad que gran parte de mujeres acuden al cirujano por rinoplastia o liposucción para superar sus complejos físicos, del mismo modo, otras se vuelven fanáticas del gym para mantenerse delgadas y tonificadas siguiendo un prototipo fitness, todo lo anterior son requerimientos sociales constituidos por la visión androcentrista, y las palabras de Abril lo manifiestan de manera directa, tener un cuerpo esculpido es un privilegio porque así eres querida y aceptada por tu entorno.

Al terminar el monólogo, la misma artista se dirige hacer tela, al comienzo solo se sienta y gira, luego, camina hacia el centro del escenario y se cambia de vestuario, los tacones rojos los reemplaza por los zapatos blancos, el vestido por un jeans, guarda los tacones y el vestido en una jaula, no es la misma que portaba en la cabeza porque esa se la pasa a una compañera, esta es otra jaula que se encuentra abierta y allí guarda la ropa que había usado, posteriormente retorna a la tela y comienza hacer su número de aéreo. En el ambiente circense, las disciplinas tienden a categorizarse en el binarismo masculino-femenino, y las técnicas aéreas son reconocidas como una tendencia femenina, desde mi perspectiva, el gesto de usar pantalón para la acrobacia en tela es un gesto contestatario a la figura de la mujer que vuela en tela o trapecio siendo sexualizada por el público varonil, espectadores que esperan ver a una aerelista con atuendo ajustado, coqueta, sensual.

“La feminidad es una puta hipocresía” (Despentes, 2018:147), es decir, la feminidad es un constructo patriarcal, entendiéndola desde esa regla cultural, se puede deducir que una fisonomía maqueteada e incómoda, suele verse en la sociedad que las mujeres que calzan con dicho estereotipo de feminidad se validan por la aprobación machista, destacan más por su cuerpo que por virtudes como la inteligencia, les puede causar sufrimiento acatar los cánones de belleza, no obstante, prefieren ser infelices, le temen a ser juzgadas o excluidas. Las mujeres femeninas son dóciles, recatadas, calladas, sumisas, risueñas, encantadoras, y un sinfín de características, si una mujer tiene una personalidad opuesta, resulta ser violentada. Situándonos nuevamente en las artes escénicas, el escenario se vuelve hostil, aparte de lograr un perfeccionamiento en la técnica o disciplina que desempeñan, también tienen que lidiar con la carga del machismo, a veces en directores, compañeros de elenco, el público, el circuito artístico. Una aerelista no va a perder su cualidad artística por no llevar vestido, ni mallas decoradas, el vestuario debiese tener la misma libertad que cualquier signo escénico, creo que las generaciones actuales del nuevo circo se están atreviendo a hacer las modificaciones de género, quebrando el binarismo y el patriarcado de diversas formas en sus presentaciones.

Otra escena que llamó mi atención fue una de malabarismo, hay un ejercicio repetitivo, primero con una pelota, luego dos, hasta llegar a tres, simultáneamente Carolina Cañas va contando el número de reiteraciones al hacer malabares, una ficción que supera el millón de veces. El escenario está oscuro y la iluminación la enfoca a ella, y al par de jaulas que mutaron a ser móviles, además de tener muñecas tipo Barbie pegadas al exterior, se ven estas muñecas girando en constante movimiento. Después de malabarear, Carolina comienza hablar, su relato abre diciendo “Me han dicho…” seguida de varias aseveraciones, a modo de ejemplo transcribo algunas: “Me han dicho que no soy suficientemente femenina / Me han dicho que estoy loca / Me han dicho que me creo muy lista y no soy inteligente / Me han dicho que hablo demasiado y tengo que aprender a callar / Me han dicho que no sirvo para esto”. Es fuerte el discurso porque podría asegurar que a todas nos han dicho estas frases alguna vez, recibir este tipo de críticas de hombres es una práctica masculina habitual, gracias al feminismo ha ido disminuyendo, pero aún no se erradica, es común oírlo en familias machistas, ambientes laborales machistas, escuelas o universidades machistas. Creo que el formato del movimiento periódico del malabarismo es análogo al discurso con el mismo inicio, los ciclos de las pelotas en el aire son similares al ritmo que genera el monólogo. La resistencia del feminismo ha sobrevivido por la insistencia, por la repetición de discursos, así han pasado siglos en la reinvención del movimiento.

En Mujer Barbuda, todas las intérpretes llevan vestuarios cómodos, ropa cotidiana, al parecer cada una se vistió como quiso, no hay una pauta a seguir, siendo consecuente al discurso sobre la liberación que están manifestando, creo que la única línea transversal es el uso de pantalón o short, no existe un maquillaje ni peinado en común, las artistas se muestran naturales, excepto algunas escenas como la analizada anteriormente, donde utilizan algo extra. Cabe destacar que las dos jaulas colgadas al lado derecho del escenario, subraya el acto emancipatorio nuevamente, ellas se encuentran fuera de la cárcel patriarcal de los estereotipos, de las complejidades físicas, de cualquier tipo de restricciones que experimentaron en la vida real o en escena, más tarde las mismas jaulas son decoradas con muñecas Barbie desnudas que redundan la idea de desechar el canon de belleza, la feminidad que nos indujeron durante la niñez a través de juguetes como la misma Barbie, las princesas Disney, provenientes del imaginario gringo capitalista reproducido en el mundo entero.

En conclusión, el Laboratorio de Creación fue una oportunidad para dialogar, plantearse las problemáticas de género que se vivencian en el cotidiano, y por supuesto, para crear a partir de las consignas que fueron emergiendo mediante las conversaciones del elenco en base a sus experiencias para materializarlas desde sus disciplinas, se nota que hubo un trabajo individual y otro grupal, ya que se presentaron unipersonales y en algunos tramos eran números colectivos, por lo que es un espectáculo de voces heterogéneas y la temática más frecuente fue la opresión patriarcal a través del constructo de feminidad normativa que aspira a una figura artificial, por esta razón la obra es tan honesta en sus discursos, en la presencia escénica de ellas, la comunicación de sus relatos y en la presentación de sus disciplinas respectivas. Mujer Barbuda, obra titulada como el macroproyecto al que pertenece, tuvo funciones durante el 2018 y 2019 circulando en los siguientes espacios de México: Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, Centro de Arte y Circo Contemporáneo, Faro Aragón, Teatro de la Ciudad Esperanza Iris y Karpa de Mente.

 

    El logo de Mujer Barbuda también se asemeja a la portada de Teoría de King Kong, esta hembra orangután que eleva el brazo empuñando su fuerza, que no se deja dominar por los estereotipos sexistas, es libre, poderosa, bestia, brava, en otras palabras, una mujer que desobedece a la feminidad normativa con coraje, quedando atrás la mujer barbuda prisionera del patriarcado, ahora “la mujer mono” es una estampa feminista y las artistas circenses mexicanas ya dieron el gran paso de crear una obra revelando las problemáticas actuales que se viven en el oficio. Adiós a Barbie, a la princesa Disney, a los tacones y el vestido forzado, adiós a la jaula mental y las sentencias machistas.

 


 

Bibliografía 


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