Matías Poblete, joven fotógrafo chileno que ha incursionado en la fotografía documental y en la fotografía de creación, con exposiciones tanto colectivas como individuales en Chile, Italia y Canadá. Su trabajo sobre el circo quedó plasmado en el libro “Coreto” y en las exposiciones fotográficas “Circo” en el Centro Cultural Estación Mapocho de Santiago (2016) y “Coreto” en la Biblioteca Pública Pablo Neruda de la Municipalidad de Independencia(2013).

Por Germán Liñero.
Fotos: Matías Poblete

“Solamente me dejé llevar y pude comprender lo que realmente fascinaba en ese mundo: vivir esta eterna niñez en todo momento de la vida…” (Matías Poblete, Coreto, pag 102)

¿Cómo llegaste a la fotografía como opción profesional?

En mi familia son todos artistas. Desde los 13 años veía a mi hermano Jaime haciendo trabajos (él estudió diseño teatral). Y hablabamos y desarrollabamos opiniones, y un día él me dijo que yo podía ser artista y me creí el cuento. Quería ser pintor pero no era tan bueno para pintar, hasta que me di cuenta que podía pintar de la misma forma pero sacando fotos. Cuando salí del colegio ya sabía que quería estudiar fotografía. Claro que ahora que ya egresé me doy cuenta que es muy dificil porque la gente no le da el valor que tiene a la buena fotografía. Hoy en día todos toman fotos con celulares y no ven el valor que tiene la foto profesional, que investiga los recursos de la imagen, investiga los temas, que hace un trabajo con mucha más profundidad.

¿Por qué escogiste el tema del Circo?

Siempre en Vicuña Mackena, en Puente Alto donde yo vivo, se ponían varios circos, incluso uno frente al otro. Hasta el día de hoy hay un par de circos instalados allí. Y, claro, siempre se instalaban alrededor de la carpa, hacían su vida alrededor de la carpa. Me parecía misterioso y me llamó siempre la atención esta especie de “vida-obra”, “vida-trabajo”, y el hecho de que los niños se podían pintar y andaban vendiendo cosas luminosas. Para mi representa mucho la niñez, desde el punto de vista de experimentar nuevas sensaciones, de crear cosas imposibles: el vuelo, el mago, el payaso, las contorsiones, el crear cosas ilusorias, el que te hagan creer algo que tu sabes que no es realidad. Era una conexión entre la fotografía y ese aspecto de la niñez.

¿Qué descubriste como fotógrafo cuando te permiten los artistas entrar con tu cámara a este espacio que forma parte de su privacidad?

Al ingresar te das cuenta de la diferencia entre la escena y lo que hay detrás del Coreto.

Es como una eterna adolescencia, es como un conventillo, es una mini sociedad donde algo se comenta aquí y rápidamente se esparce de una casilla (casas rodantes donde viven los artistas) a otra.

Los tiempos de ellos no son los mismos de nosotros: el lunes es descansar y el fin de semana trabajar. Hay una contraposición a como vivimos los que no somos del circo. Y eso también me liga con la niñez: para mi la niñez es un estado de contraposición a como vive la gente adulta. El hecho de que sus casas no están ancladas a un lugar sino que se trasladan, que su realidad no siempre está estancada ni que siempre se van a quedar ahí, me impactó, y me hizo entender que quizás nosotros no vivimos la realidad misma, ni ellos tampoco, pero que en el fondo hay muchas realidades.

¿Por qué te centraste en el Coreto?

Es el primer lugar al que tuve acceso. Allí se puede ver otra fasceta de los personajes, a la persona que está tras la representación del personaje. Quise conservar eso si lo mágico, trabajando mucho con las sombras. Es un lugar en el que se guían mucho por las sombras y sobre todo por la música. Ellos no se dicen “ya, te toca a ti”, sino que muchas veces ellos están en sus casillas tomando once y por la música saben que tienen que ir a escena, y luego se vuelven a sus casas a seguir con su once. Entonces yo tenía que captar y estudiar muy bien sus ritmos y esperarlos en sus entradas y salidas para captar lo que pasaba allí.

¿Con qué circos trabajaste?

Empecé con Las Águilas Humanas, pero como el nombre está arrendado a muchos circos, empecé en unas “Águilas Humanas” que estaba constituida por la familia Reyes, que son en su mayoría trapecistas y malabaristas.

Como ocurre que el ambiente de circo está lleno de familiares, me decían “podís ir a este circo, a este otro, mi prima está allá, mi tía está acá, ah es que yo trabajo también en este otro circo…”, entonces es una red total la de los circos tradicionales, todos se conocen, todos saben quienes son. Yo llegaba y ya sabían que había estado en otro circo, sabían todo… es una red. Y están todos emparentados. Una vez con un payaso tratamos de hacer un mapa, jugando, de todas las parejas  que había y era un enredo interminable. Se casan mucho entre familiares, me imagino que para mantener el apellido. Al final, el circo es como una familia entera.

Después de Las Águilas Humanasme fui al de los hermanos González, y pasé por varios circos hasta que poco a poco llegué a unos muy chiquititos, como uno que se llama El Circo del Sol, que era un circo chiquito y muy pobre, y que era del tío de una niña que estaba en el de Las Águilas Humanas.

Finalmente terminé viajando con ellos al sur, ya ni siquiera a tomar fotos. Me llevé mi propia carpa, me morí de frío, me morí de hambre, no me duché en varios días porque empecé a vivir como ellos, fui payaso una noche. Fue en un momento que dije “ya, por qué tengo que solamente mirar a través del lente… quiero estar ahí, quiero entender un poco más como viven”, y claro, es duro. Viví mi cumpleaños ahí armando la carpa a las seis de la mañana, fue muy intenso.

(Matías Poblete caracterizado)

 ¿Piensas retomar tu trabajo con el Circo?

Si, lo dejé hace varios años pero ahora lo quiero retomar con retratos de personajes del circo.

FICHA

NOMBRE: Matías Poblete Aravena
PROFESION: Fotógrafo
TITULO DE SU OBRA: Coreto (trabajo de título, carrera de Fotografía, Instituto Profesional ARCOS).
TEMA: el mundo tras las cortinas del Coreto en el Circo Tradicional chileno
AÑO DE EJECUCIÓN: entre 2011 y 2014
LUGAR: Chile
WEB: www.matiaspoblete.com