El Cuerpo Nuestro Territorio

Punto de encuentro

Claudia Morales, Paula Sánchez.

Edición:  Katina Morales

Durante este año pandémico, nueve mujeres provenientes de las artes escénicas más una socióloga, nos hemos reunido para investigar y profundizar sobre el circo con contenido latinoamericano. En un principio, el ímpetu por encontrar respuestas nos movilizó a una exploración teórica, la que nos condujo a generar entrevistas a diversas personas, también a nutrirnos a través de diversas fuentes documentales y escritas. La información que podemos encontrar sobre el territorio que habitamos es extensa. Latinoamérica tiene una diversidad exquisita de conceptos, geografía, territorio, cosmovisiones, colores, sabores y sentires. También diversas formas de esclavitud, de represión, violencia, segregación de clases sociales y saqueo de su territorio; que parecieran estar invisibles en el cotidiano colorido y gritón que acostumbramos a transitar. Obviamente, hablar de toda esta amplitud de saberes en la escena, nos podría llevar mucho más de una investigación; es extenso, la memoria en torno a estos conceptos es infinita. Era importante definir, entonces, de qué hablaríamos, cuál era nuestro decir, cuál era la necesidad de cada una. Finalmente, el circo pasaría facilitándonos su forma, más el contenido que nace de nuestras cuerpas, biografías y sentires, nos posibilitaría habitar la escena desde nuestras verdades.

Por medio de plataformas virtuales, pudimos desarrollar diversos contenidos a través de exploraciones que registramos en vídeos caseros. Trabajamos la acción, el concepto y el cuerpo acrobático, mas, cuando nos reunimos por primera vez en un espacio físico determinado, todo pareció borrarse en el tiempo, todo pareció quedar enfrascado en la web, permitiéndonos abrir la mirada a la otra, sentir el cuerpo de la otra, respiración, energía, temperatura, textura, cuerpa presente, cuerpa viva. Surge el rito: nuestro punto de encuentro.

Circo, cuerpo y rito

Fue un día de mucho sol cuando subimos el Cerro Blanco al encuentro con Patara, José Segovia, líder de la comunidad aymara, protector y guardián del cerro, sus ritos y costumbres. Cecilia, su compañera, tenía preparada una rica limonada, la tomamos bajo una sombra, junto a una cabra, pisando la tierra, sintiendo el viento que se generaba por estar en la cima del cerro… “El rito”, nos mencionaron ambos cuando le preguntamos qué les gustaría ver en un acto escénico. El respeto por la naturaleza, las señales, el llamado de la selva, fueron conceptos que nos regalaron. Para ambos era urgente tomar conciencia y agradecer, porque el latinoamericano lo había olvidado… ser latinoamericano era deambular sin tener conciencia de los antecesores.

“Creo que la falta de conciencia tiene que ver con la historia de este país, con todo lo que nos han impuesto, de alguna forma. (…) El arte es una herramienta poderosa, o sea, una canción puede ser más que un discurso, una obra de arte puede ser más que una acción” (José Segovia, Patara, 2020, Fragmento de entrevista).

El rito es un acto de co-creación en el cual intencionamos un objetivo, un pulso interno que puede conectarse con algo que creemos necesario para nuestro ser, para nuestro entorno, la sanación, la conexión con la voz interna, esas pulsaciones más refinadas de nuestro corazón, la conexión con la sabiduría de la tierra… en este, nos sentimos alquimistas, hechiceras, que a través de la palabra viva, el gesto, la invocación de los elementos, la danza, impulsamos la energía hacia esa urgencia, en este acto psicomágico que es el rito. Formamos en torno al rito un círculo sagrado, donde somos sanación, protección, transmutación y fuerza, para restaurar el amor y el orden planetario.

En la escena, el rito es transfigurado a partir de la corporalización del mismo, el sentir que emana desde la experiencia ritual es llevada a lo corpóreo a través de la exploración del elemento, a partir del  contacto con él, en la sensación de ser el elemento, de manipularlo, de contenerlo, de investigar y explorar en él todas sus posibilidades.

La cuarentena nos regaló la consciencia del acostumbramiento, de la proximidad cotidiana que establecemos con otros cuerpos en contextos variados; a partir de esta percepción tuvimos un primer encuentro escénico originado por un rito de encuentro, mujeres, cuerpas, en un rito de circo.

¿Qué era lo importante de este proceso? ¿Qué buscamos? ¿Por qué las palabras de Patara marcaban un precedente para nuestra investigación?

Fue coherente al analizar la historia y memoria de Latinoamérica, sin dudarlo nos encontramos con los pueblos ubicados originalmente en el territorio, la lucha continua por cuidar la tierra, el agua, perpetuar la siembra, nos hace dar cuenta que estamos desterradas, desvinculadas con nuestro proceso interno, con nuestras biografías, y con la magnífica creatividad que habita en cada una de nosotras… seremos una cuerpa, seremos una ofrenda para establecer la horizontalidad entre público y artista, y juntes reflexionar sobre el sentir latinoamericano…

Así, iniciamos la procesión cargando elementos como agua, cuerdas, mosquetones, argollas, bolsas y bidones, con sólo una certeza: nos mirariamos a través de un rito cuerpa circense…

Tomamos nuestros pelos, largos, cortos, crespos y lisos, enredados por el viento, untados de tierra y transpiración. En agua, cada una sumergió el pelo de la otra, manos ágiles se ocupaban de que cada hebra de pelo se mojara. Peinamos a la otra, con confianza, con cariño, sin tirones. Agradeciendo, cantando, riendo, mirando el horizonte que en ese entonces nos regalaba una amplitud visual colorida, cerro y mar. Sol y tierra.  Cuidadosas, apretamos, trenzamos y anudamos. Ahora todas teníamos entrelazada, muy bien sujeta, una argolla que nos estiraba la musculatura facial, y de cada argolla colgaba una larga cuerda que se arrastraba por la tierra. Estábamos juntas, con un mismo peinado, con la misma intención. El entorno era un bosque con suelo acolchado y sus miles de seres que siempre lo han habitado, desde una invisibilidad para la percepción rápida y cotidiana. Nos sacamos nuestras ropas, entendiendo que no eran parte del lugar. Y así, desnudas, colgamos de un árbol, de una rama del espacio bosque. Juntas giramos, juntas gritamos, juntas reímos. Un rito de colgar, un rito de suspender, un rito de dar gracias.

Ahora, ¿cómo instalamos el ritual en la escena? ¿Cómo, a través de la fuerza simbólica que entrega el rito, fusionamos para un acto circense que pueda trascender y resonar en un otre? ¿Cómo detenemos el tiempo para reflexionar sobre el rito, su simbolismo y su importancia?

Somos Telar Escénica, y seguiremos investigando circo, tejiendo vivencias y compartiendo sentires.

*Francisca  Küpfer, Claudia Morales, Valentina Weingart, Marcia Césped, Paula Sánchez, Carolina Pinto.

 

Cada función un rito de entrega

Valentina Weingart

Edición:  Katina Morales

Desde que trabajo con mi cuerpa a través del circo, siento una conexión única con mis capacidades corporales, conozco muy bien sus posibilidades, fortalezas, debilidades, sus límites y su máximo potencial. Mi cuerpa pasó a ser mi templo, lo puedo observar desde afuera, la cuido, limpio, y fortalezco; sé que puede llegar a ser cosas sorprendentes, sólo por el hecho de educarla, cuidarla, entenderla, y sobre todo, conectarse con ella. Todo este entendimiento y conexión hacia mi cuerpa ha sido gracias al Rito. El rito ha pasado a ser una forma de conexión con la cuerpa y la mente antes de salir a escena, entrenar y crear. Cada vez, al entrenar o crear, despierto mi cuerpa conectándonos, activo, la caliento, me concentro, visualizo lo que haré y enfoco mi energía en esto, comienzo el viaje de la exploración hacia nuevas posibilidades de la cuerpa, y finalizo bajando mi energía y adrenalina, estirando y reflexionando sobre mi entrenamiento y creación. Esto para mí es mi rito, así lo vivo e interpreto, tengo mi forma única de comenzar mi viaje, y lo disfruto siempre que haya conectado con mi mente. Si no conecto mente-cuerpo, mi rito no funciona, prefiero detenerme, ordenar mi mente y pensamientos.

Antes de salir a escena siempre, SIEMPRE, me encomiendo a mis seres amados, mis compañeres de escena y aprendizaje, y mis maestres que tanto me han entregado; los pienso y agradezco, les dedico la función, e invoco sus energías para que me cuiden a mí y a mis compañeres y salgamos sanos de cada función. Luego, traigo a mi mente tres palabras que son mi cábala antes de presentar, palabras que menciona Brunitus, escritor de poesía circense en una de sus creaciones:

“Entrega, Desapego, Disfrute

La primera

generosidad,

dar hasta quedarme vacío;

la segunda,

soltar,

soltar el éxito,

soltar el fracaso;

la tercera,

libertad,

haber elegido el camino,

mi camino”.

 

Tres minutos antes de la escena, cierro los ojos y me doy el tiempo para este momento. Mi rito es disfrutar bailando mi entrenamiento, agradecer con humildad los nuevos conocimientos y gozar sin más poder la escena.

 

La Palabra en la Cuerpa 

Marcia Césped

Edición: Katina Morales

Uno de los focos principales de esta investigación/encuentro ha sido preguntarnos por el riesgo, desde qué lugar nosotras como artistas asumimos el riesgo que contiene la escena circense acrobática, y además proporcionar una mirada que patente contenido. Pero, ¿qué pasa en el cuerpo de una artista de circo? ¿Cómo se proporciona la conciencia que debemos tener como artista para que nuestro cuerpo, ya tonificado y alerta, pueda encontrar el camino a la interpretación de códigos, discursos, objetivos, relato, tiempo y además emociones? En nuestra exploración, lo primero fue todas posicionarnos desde el lugar de “creadoras”, cada una es una entidad autónoma y puede relatar y contener un discurso si dispone a este cuerpo al entendimiento de lo que está relatando/pensando. No basta con que las personas encargadas de la dirección entreguen los conocimientos necesarios de lo que se quiere abordar temáticamente, sino que como grupa y artistas, desde una mirada horizontal y autónoma, hemos ido descubriendo y profundizando el cómo habitar nuestras cuerpas; cuerpas que no son estáticas, sino que, por el contrario, movilizadoras de sentires, opiniones y contenidos biográficos.

En relación a lo anterior, una de nuestras metodologías utilizadas ha sido a través de la escritura, donde hemos logrado plasmar por medio de nuestras palabras, nuestros pensamientos, opiniones, reflexiones de los temas, conceptos, ideologías y mecanismos sociales que abordamos en nuestros encuentros, permitiendo habitar el sentido de la escritura, algo que ya ha ido ocurriendo en nuestras cuerpas. La palabra escrita amplía la mirada y nos ha llevado a lugares poéticos y metafóricos que nos han ayudado al momento de explorar la escena, encontrar en qué parte del cuerpo se siente o vive tal cosa. Al escribir, y sobre todo al escuchar lo que escriben las otras compañeras, el pensamiento se transfiere a un conocimiento común, a un sentir colectivo, a una identificación con la propia grupa, y es aquí donde posiblemente comienza la cuerpa a habitar un contenido también desde el ritual del escribir.

La escritura, además, nos permite posicionarnos en la ficción, por lo que podemos escribir de cómo se siente ser una piedra, una ola de mar contenida en un recipiente, un viento enérgico, la potencia del fuego o de un continente completo, y después experimentar en escena lo que ha salido de nuestra cabeza, sentimientos y. por ende, de nuestra cuerpa. La palabra contiene de por sí un tratado común con la representación, ya que para que algo sea dicho necesita ser pensado y vivido, y la cuerpa es el receptáculo de todo lo anterior.

Para que esto además nos permitiera adentrarnos en posibilidades estéticas, fue importante hacer conscientes algunos conceptos que aparecían en las escrituras de cada una, tales como: qué refleja lo escrito, qué deseo evoca, qué conflicto/acción pareciera que está sucediendo, qué imágenes detona que pueden ser llevadas al circo, a la suspensión entre algunas. La escritura nos ha permitido ir indagando en la relación que nuestra cuerpa tiene con el espacio, con otro cuerpo, con objetos y con el tiempo. Y es aquí donde entra a jugar con el cuerpo la palabra escrita, ya que levanta testimonios, transformaciones, procesos, conciencias, resistencias, crisis, realidades e injusticias.

Las reflexiones anteriores surgen gracias al proceso de investigación Fondart Nacional de Artes Escénicas, de Investigación – Artes Circenses, “Laboratorio de investigación para impulsar el contenido latinoamericano en la escena circense” Convocatoria 2019.

 

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