Escucha, ternura y responsabilidad por Alain Veilleux
Retrospectiva sobre un proceso horizontal de creación circense
Por Alain Veilleux // artista circense
Me gustaría aquí compartir un texto escrito al inicio de febrero ¡Cuánta de nuestra realidad ha cambiado desde entonces! Muchos de nosotrxs estamos en casa esperando que la curva del contagio se aplaste y que los servicios de salud puedan asegurar el control de esta pandemia en Chile. A diferencia del momento actual, entre el 18 de octubre y el inicio de febrero sucedieron las grandes concentraciones en las calles y en las plazas, manifestaciones que definieron este primer período de cambios y transformaciones. Invito aquí a pensar que, en menos de seis meses, ahora es la segunda vez que suena la alarma que nos avisa que tenemos que cambiar de paradigma.
Las palabras que siguen a continuación provienen del primer cambio, el del Estallido Social chileno y más específicamente de mi experiencia artística compartida con el egreso de El Circo del Mundo-Chile. Esta última relata como el estallido nos obligó a [re]contextualizar nuestro trabajo de artistas y también a estar más atentos a la realidad.
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Escucha
Podemos preguntarnos cuál es la relevancia de la presencia de las manifestaciones circenses en la calle en lo que se llama el estallido social. Me demoré un poco para encontrar el ángulo desde donde iba abordar este relato, sabiendo que iba sugerir un sentido, una perspectiva sobre este fenómeno polimorfo. Luego, me pregunté cuáles fueron los puntos donde estuve en relación directa con el estallido desde el circo.
Mi relación no fue directa, no fui a la calle hacer circo como otrxs circenses utilizando el circo para movilizar la atención de los manifestantes hacia reivindicaciones. Yo fui a marchas, como ciudadano, con personas de mi barrio. De un modo oblicuo, sí tuve contacto directo, emocional y físico, al compartir un espacio circense -el proyecto de creación del espectáculo del egreso 2019- con lxs estudiantes de El Circo del Mundo, quienes estaban presentes en la primera línea.
Es importante decir que la creación de Crónica Circense de un ESTA[lli]DO (título de la obra), apareció como una necesidad, aplastando la preocupación anterior de creación. La temática prevista para el espectáculo, aunque más amplia por tocar del maltrato de la vida en el planeta a nivel sistémico, evanesció. “Crónica…” nació como a veces nacen las cosas, emergiendo por necesidad.
Estábamos trabajando sobre el Capitaloceno, sobre la destrucción del medio ambiente del cual somos parte, intentando abordarlo desde una perspectiva sistémica, considerando el lugar y la responsabilidad del humano en la biosfera, como suma de sistemas vivos, interconectados. Pero cuando estalló el cotidiano chileno el 18 de octubre, nuestro proceso paró. La calle llamaba; y lxs estudiantes decidieron de suspender las clases de forma indefinida. Hemos como todxs, cada unx, vivido, sentido esta llamada de una forma u otra.
Algo se revelaba.
Por mi parte en este tiempo suspendido, me detuve principalmente en mi barrio, Yungay, en la comuna de Santiago Centro. Esta experiencia gregaria se tornó un campo de vivencias plurales, de investigación viva, un lugar de encuentros con mis vecinxs, de organización solidaria desde la simple base de necesitar estar juntos.
Un otro nivel de revelación apareció, la cooperación.
Dos semanas después, con lxs estudiantes, nos hemos juntado y ellxs decidieron retornar media jornada a nuestro quehacer artístico, compartiendo el tiempo entre la carpa y la calle.
Nada era igual.
Era entonces imposible considerar la vuelta como si nada hubiera acontecido, imposible, por ejemplo, investigar sobre la sexta extinción en masa, el aumento exponencial del plástico, el efecto invernadero y el cambio climático o el extractivismo, cuando había gente en la calle perdiendo la vida. Era parte del mismo problema, pero mucho más cerca y a propósito del Anthropos amenazado en la inmediatez, llamando a la resistencia ya. De esta brecha abierta salía una evidencia en el quehacer: trabajar sobre esta revuelta, sobre este cambio de paradigma; y hacerlo de la forma más horizontal que fuera posible; escuchando, respetando la demanda de equidad del pueblo solidario presente en la calle y llevarlo adentro. La organización horizontal, a través de una asamblea constituyente, de un lado; y una creación colectiva, del otro. Desde entonces apareció algo que fue quedándose esencial en el proceso: escuchar lo que estaba pasando en el grupo, tal como en la calle.
Escuchar.
Quiero aquí detenerme sobre este verbo, esta acción ¿Pasiva? No tanto.
Escuchar la situación que era extrema, nueva y dinámica.
Escuchar la vida que se manifiesta con tanta fuerza.
Escuchar a todxs e intentar no excluir nadie.
Escuchar para crear un nosotrxs, incluyente, un sentido común que abarcara a todxs.
Escuchar.
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Ternura
Crear un espectáculo, lo que nos reunía en primera instancia, no era la cosa más importante, y tampoco el lugar de más adrenalina, como el circo lo es para su aficionado, a menudo. Estábamos en un momento donde la vida superaba el arte. La vida volcó e hizo nacer lo simbólico en la calle.
Esta situación extraordinaria nos obligaba a preguntarnos sobre la legitimidad de la acción artística.
¿Cómo el circo puede “intervenir” en este contexto?
¿Qué significa lo que hacemos?
¿Cómo podemos articular un relato, con nuestro lenguaje circense, que sea parte activa de lo que sucede?
El manejo represivo y violento del gobierno frente a esta situación golpeaba las personas, pero también golpeaba el tambor de la memoria colectiva. Ver a los militares en la calle generó un rango de acciones de otro nivel, lo que obligó al héroe/ína a aparecer. Desde entonces el “superhéroe” circense podía aparecer como el lavado triste del héroe de la calle, fantasma que pone de relieve la realidad sobre el poder de lo simbólico.
Como grupo de trabajo, seguimos con nuestro modo circular de conversación-reflexión-acción, compartiendo sobre esta situación histórica que estaba aconteciendo, donde el presente era más agudo, entendiendo que una página importante de la historia se escribía y que estábamos, dentro de ella. Las conversaciones nuestras se hacían desde la contención diaria, donde nos preguntábamos, en primer momento del círculo:
¿Cómo me siento hoy?
¿Qué emociones me habitan?
¿Cómo vivo estas emociones en mi cuerpo?
Era importante volver a sentir el cuerpo desde su práctica, lo que era lo común, el referente compartido en este lugar, para re investirla desde el sentir presente, el vivir ahora y así accionar, desde esta verdad, la creación. Esto era posible solamente si se hacía a partir de la ternura, volver la ternura al cuerpo.
Ternura.
Quiero aquí detenerme sobre esta palabra, esta calidad.
Ternura como el cuidado de un huerto orgánico.
Ternura como filosofía del cuidado.
Ternura, cuidado, para crear un “entre” donde es agradable vivir, convivir, donde sentir el momento presente con su plena atención, puesta allá, es un lugar de amor.
Es sorprendente ver cómo las palabras reclaman redefinirse cuando la vida está amenazada.
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Responsabilidad
Entonces teníamos que caminar desde la sensación tierna hacia la creación -> de sentido, lentamente, sin perder el contacto con esta sensación. Lo cual generaba luego la pregunta:
¿Dónde y cómo hacer entrar el “juego” (la representación) en este contexto?
¿Desde la técnica?
¿El relato?
¿La coreografía?
¿Las palabras?
¿El aparato?
¿Qué circo contemporáneo?
La sempiterna pregunta a saber -si el circo tiene/puede generar sentido- estaba directamente presente en este contexto. Pienso entonces, que aquí podemos hablar de contemporaneidad de facto.
La pregunta del “cirquear” sobre/en el aquí-ahora generaba muchas dudas estando frente a una realidad concreta donde el cuerpo de muchxs estaba en “juego” de otra forma. Se trataba, de ambos lados de poner el cuerpo, del “arriesgar” el cuerpo, pero uno en la acción directa y el otro en un acto simbólico, de representación.
Solo el hecho de relacionar estas 2 puestas de cuerpo generaba cuestionamientos; dejaba lo “representativo” expuesto, le daba sentido por el roce con la realidad. Se accionaba la reflexión sobre el hacer por densidad, relación de fuerza que jalaba dentro el principio de precaución y de responsabilidad. Responsabilidad de nuestras acciones personales, responsabilidad de nuestras acciones con nuestros congéneres y, ahora más que nunca, responsabilidad con lo vivo del planeta. Teníamos y tendremos responsabilidades.
La cuestión de la responsabilidad a su vez volcaba directamente el sentido de la acción a la deuda histórica, al abuso del poder sobre el pueblo, que se instaura con la dictadura de Pinochet.
Cada respuesta opresiva de las fuerzas del orden estaba sacando la costra a la herida vieja de más de 40 años, dejándola abierta. Despertaba el pueblo cada vez más; y de forma mórbida y abyecta el gobierno sacaba ojos como si fuera posible aniquilar lo que se veía, despiertos. Obviamente el conflicto subrayaba los abusos a los pueblos originarios, la lucha Mapuche y el poder opresivo del patriarcado presente por todas partes. No querer más vivir con los asesinatos, las violaciones, los detenidos políticos. Las violaciones de los DDHH. Terminar con la impunidad.
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Ensayo y horizontalidad
¿Una de las primeras cosas que nos hemos cuestionado fue el cómo accionar?
¿Cómo se define el hacer [juntos] en un plan horizontal, solidario?
¿Cómo escribir/crear para que cada unx se sienta representado y participando?
¡Desde la práctica más esencial a cada unx! Dejándola llenarse de lo que cada unx tenía más presente, más obsesionado, más grito, sobre esta situación, para investigar, cuestionar esta preocupación, buscar referentes y…
¡Ensayar!
Quiero detenerme sobre esta acción.
Ensayar como ensayo.
Ensayar como prueba, invento, compromiso físico, generación de imagen-acciones.
Acciones que daban nuevo sentido a la palabra ensayo, lo acercaba al sentido del ensayo literario.
Ensayar desde el no saber cómo.
Ensayar en el vacío con lxs otrxs alrededor.
Ensayar desde el ser fragmentado.
Arriesgarse al ensayo.
Fue un momento donde la importancia de la temática cuestionaba el vocabulario, le daba su resorte dinámico, provocaba el surgimiento del sentido. Escuchar con ternura lo que pasaba y hacerse responsable de la intuición.
La gran fuerza opuesta a la voluntad de crear, intuida, era la atracción al teléfono, a las RRSS. La fuerza era más adictiva que de costumbre. Había que llamar a la atención del presente, presencial, constantemente. Estar aquí ahora. La mente buscaba escapar para ver lo que pasaba allá, en la calle por todas partes. El llamado a la disciplina, al rigor, tenía que pasar de nuevo por la ternura. Nos demoramos en crear una densidad que contrarrestara las sensaciones ultra fuertes del flujo imparable de informaciones. Se logró de verdad, por reiteración del por qué estábamos allí juntos, de voluntades propias buscando si era posible participar desde nuestro lenguaje artístico. Escuchar este presente lleno del otro, de lxs otrxs y crear.
Cuando se conseguía el aquí-ahora, el presente volvía a ser más presente por la contingencia, haciendo nacer un cuerpo extraordinario. La creación en el presente alumbraba el quehacer.
La demanda popular de una asamblea constituyente era demasiado central para ocultarla, para no apoyarse sobre esta necesidad presente en todxs como principio fundador. Dejarse inspirar por este. Respirarle en la creación. Había en esta necesidad una determinación tan fuerte del pueblo que era imposible no intentar respetar lo que se daba entre la calle y la estructura de poder establecido.
Desde entonces surgió también esta pregunta:
¿Cómo puede definirse el rol de la dirección artística?
¿Como ojo externo?
¿Como partero?
La creación era colectiva pero también debía irse definiendo en un tiempo determinado, porque era para un egreso que tenía que nacer en una fecha…
¡Poner en cuestión el lugar de la dirección era otra pregunta ineludible!
Se hizo la pregunta directa al grupo al inicio:
¿Cómo quieren, cómo ven, mi participación?
A esta pregunta el grupo no supo responder. Había algo en esta pregunta, algo que sacaba demasiado el suelo… Volvimos a la improvisación; el “ensayo” se construía. ¡Teníamos que ensayar, hacerlo juntos! Y este juntos implicada a los artistas circenses, así como a músicos, coreógrafa, escenógrafo, y colaboradores que el presente, la experiencia y el azar, nos brindó.
Tengo que decir que lo que vivía en paralelo con la asamblea auto-convocada de mi barrio, rebotaba en mí y me permitía vivir esta experiencia desde otro lugar, simultáneamente, ofreciéndome perspectiva. También de poder beneficiar de herramientas transferibles, por ejemplo, trasladar conocimiento, informaciones, como educación popular, de nuestro proceso barrial y desde el comité de auto-formación. Me permitió generar dos charlas para el egreso con el grupo ABOFEM sobre la Constitución del 80: una sobre una mirada crítica a la propuesta del “Acuerdo por la Paz” del gobierno; y la segunda; sobre lo que sería una nueva constitución feminista y plurinacional. La auto-formación fue una de las acciones que nos ayudó a quedarnos en un desarrollo horizontal.
El tiempo corría, se sumaba los días del estallido 30, 50 y también se acercaba el plazo del espectáculo, eso tenía un fin marcado. Tres semanas antes de la fecha se decidió de volver a tiempo completo. La forma del espectáculo pedía ser definida. Mirando las propuestas de los artistas, poniéndolas en relación entre ellas, estudiando la mecánica de los fragmentos presentes, la simple idea de volver a la realidad de los hechos dio la línea de ordenamiento. Jugar con la estructura de la crónica, del tiempo de los sucesos. De nuevo nació algo al escuchar: una crónica circense. Esta crónica iba obviamente a tratar del estallido. Deteniéndose sobre esta palabra y observándola, ella dejó aparecer el Estado presente en sus entrañas –ESTA[lli]DO-para evidenciar que lo que estallaba era el Estado. Escucha, ternura y responsabilidad fue el camino de esta experiencia.
Se utilizó el tiempo pasado en este texto por referir a momentos que están anclados en el pasado. Pero muchas de las cosas podrían ser escritas en el presente, porque no ha parado la realidad de la lucha del estallido social.
En este trabajo participaron: Artistas circenses en escena y creadores del egreso: Maite Alday/ Sebastián Campos Sandoval/ Alcides García Román/ Oriana Gutiérrez Valdez/ Enrique Hernández Hernández/ Diego Muñoz Muñoz/ Xavier Oportus McFly Díaz/ Fabián Peña Silva/ Javiera Ríos Escobar/ Maximiliano Valderas Cortés/ Oscar Valenzuela Candia Música: Marcelo Troncoso, Jorge Ganem Cortés, Luz Alighieri Cuadros Construcción de escenografía: Diego Chile Rojas Sonidista: Tocori Berru Coaching: Adán Salinas, Ana Harcha Cortés y Sara Pantoja Asesor de texto: Felipe Valdés González Rigging: Daniela Torreblanca, Felipe Circus Técnica: Nilton Gutiérrez Núñez, René Seguel del Río, Alana Alvez Afiche: Iván Muñoz Fotografías: Tahia Muñoz Jiménez Coreografía, ojo interno: Úrsula Campos Dirección artística, ojo externo, partero en preguntas: Alain Veilleux
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