RESISTEARTE Arte y Circo como Primera Línea
Arte y Circo como Primera Línea
Por Javiera «Viajera» Briones
Preguntarse sobre el rol del circo dentro de los procesos sociales contemporáneos, primero, en el estallido social donde “Chile Despertó” y segundo, una crisis sanitaria que está en pleno auge a nivel mundial, nos remite a cuestionarnos desde el inicio ¿Cuál es el rol del arte dentro de tiempos vertiginosos y cambiantes? Para luego enlazarlo a ¿Por qué desde el circo? y ¿Cómo el circo participa e impacta en procesos sociales?
Para responderlas, nos ubicaremos dentro del espacio-tiempo del proceso revolucionario que explotó en octubre del año pasado pero que se fue gestando desde hace décadas: desde el golpe de Estado en 1973 y la imposición de una dictadura militar, desde la interminable transición a la democracia y la infinita espera de una justicia efectiva por las violaciones a los DDHH, desde la colusión de supermercados y farmacias, desde el interminable robo de las AFP, desde la privatización de los recursos naturales, desde las abismantes diferencias entre salud pública y privada, desde el nulo reconocimiento a los pueblos originarios, desde el negocio de la educación, desde la necesidad de una NUEVA CONSTITUCIÓN (#APRUEBO).
En este escenario, propicio para el descontento social y la desilusión política “el pueblo se organiza y pega su coscacho”, saliendo a protestar para exigir garantías mínimas, siendo el arte, un lugar de confluencia colectiva expresando la rabia que se cristaliza en un profundo amor de cambiarlo todo. La misión del arte fue y es, visibilizar y denunciar las causas de la rebelión a través de pancartas, gritos, fotos y un sinfín de manifestaciones creativas para cortar de raíz con las desigualdades históricas y abusos de poder. Además, sirvió como terapia individual y colectiva para botar esos sentipensares que se vuelven comunitarios al desenterrarlos de lo íntimo y compartirlos con la gente, uniéndola. El arte se hace explícito y necesario, cotidiano y callejero.
En este contexto, al calor de las masas protestas, nace ResisteArte. Comenzó como un espacio de Arte y Cultura en Resistencia en una «zona cero» de Concepción, específicamente, en la Rotonda Paicaví donde se encontraba antes un Telepizza, el cuál fue desmantelado e incendiado durante las manifestaciones para, finalmente, ser usado como baño. Un martes 10 de diciembre, con un grupo de artistas, mayoritariamente del circo, ordenamos y limpiamos el lugar para entrenar y exponer las distintas disciplinas que nos convocan.
Durante ese tiempo, activamos el lugar a diario utilizándolo para entrenar, realizar talleres artísticos y deportivos, varietés, noches de fuego, tocatas, onces, centro de acopio, tardes de comedia, ferias y un largo etcétera. Las artes se combinaban y potenciaban de múltiples formas. En paralelo, había gente “volando” en los aparatos aéreos, tomando fotografías, haciendo malabares, grabando videos, limpiando el lugar, saltando la cuerda, escupiendo fuego, parándose de manos, bailando, recitando poesía, tirándose mortales; siempre con la música a tope, de la Anita, el Tata o quién sea pa’ motivar la dura jornada que iba a ser el incesante acoso policial, el constante espectáculo, el tener actividades grandes y desgastantes sacadas a pulso, la contención continua como grupo. En definitiva, fue un espacio abierto y resignificado de encuentro cultural y se conformó una identidad artística autoconvocada, autogestionada, comunitaria y horizontal en base al objetivo de reunir a las artes para resistir desde el acompañamiento, formando redes en pleno “caos”.
A mediados de enero se cerró el lugar, sin embargo, gracias a la articulación generada, construimos una comunidad que traspasó el espacio físico, transformándose en un “espacio” itinerante, simbólico y significativo tanto como concepción reflexiva individual como colectivo, dialogando y llevando a la práctica el cómo comprendemos el arte y cuáles son sus propósitos.
La experiencia ResisteArte es un ejemplo concreto sobre los alcances que puede tener el arte en los procesos sociales, específicamente, las artes circenses. Ahora ¿Por qué desde el circo? Además de la obvia respuesta de que las personas interesadas en activar el espacio hayamos sido, “casualmente”, artistas circenses. El circo tiene características muy particulares dentro del circuito artístico, que se condicen con las ideas vislumbradas en el estallido social para un futuro equitativo, consciente, esperanzador y enfocado hacia la colectividad.
Primero, destaco la forma de hacer comunidad como organización colaborativa a la interna, donde hay una confianza que se genera en torno al trabajo, siendo esencial la interdependencia pero manteniendo la autonomía de las partes al trabajar en equipo. Artistas circenses con habilidades diversas que laburan en conjunto al igual como pasa dentro de los diferentes tipos de circos (familia y circo tradicional, comunidad y circo social, colaboración y circo callejero, etcétera) y en los distintos territorios, fomentando una descentralización de la disciplina al llevarlo a zonas tanto urbanas o rurales. Esto conlleva a la formación de redes, de manera autoconvocada, a acercar el circo a la gente atendiendo a las cambiantes necesidades sociales y condiciones territoriales, construyendo con y para la comunidad, destacando el circo social que invita a participar e involucrarse.
Otra característica del circo es la itinerancia, el cambiar de lugar, dinámica que se repite en otro espacio que habita el circo: la calle. Mayoritariamente, ser ambulante implica inestabilidad e, incluso, coexistir con la clandestinidad pero, también a su vez, contiene el ser y estar en “lo público”, la versatilidad para reinventarse debido a la precariedad y el devenir junto con un constante recordatorio sobre lo efímero de las cosas.
Esta improvisación en el hacer que nace de la necesidad ocasiona que, generalmente, el circo sea autodidacta, multidisciplinar y autogestionado, tanto por las personas que lo componen como en las herramientas, materiales y conocimiento adquiridos. Hay múltiples ejemplos: la reinvención de los tipos de circos, la transformación del circo frente a la prohibición de animales para el entretenimiento, la participación en todos los quehaceres circenses (producción, gestión, publicidad, montaje, técnica, muestra y un sinfín de tareas), la vinculación escasa o inexistente con la institucionalidad, el oficio al alcance de todo público tanto para hacer como para ver (“hacer faro”, “semaforear”, “a la gorra”, “a luca”).
“Sin riesgo, no hay circo” otro rasgo bastante representativo. Los accidentes, el peligro, el morbo, la posibilidad del fallo, siempre existen en el circo y eso lo hace emocionante, sorprendente. El poder explorar los límites propios y traspasarlos al espectador para asombrarlo es poder “sacar belleza del caos”, entregándose en cuerpo y alma (aunque, ojo, el “caos” debe ser ensayado y entrenado de forma rigurosa, siempre tomando resguardos).
La periferia y la disidencia son otros aspectos a destacar, tanto por las personas que, en un origen, componían el circo, siendo estos “los más marginados de la sociedad, los olvidados, los «raros del mundo»” (Cultura Popular, 2018) como por los lugares periféricos, alejados de la urbe, en donde se instalan los circos y los estigmas socioculturales con los que carga la actividad circense, por nombrar algunos elementos que crean “límites” simbólicos pero que, también, apuntan a que la comunidad contenga un enfoque abierto, respetuoso e inclusivo por las personas que lo integran, incluso, llevándolo a una decisión política, una forma de vida crítica de no querer pertenecer a lo “normal”, al “promedio”, a la “unanimidad”.
El penúltimo componente es una de las formas de hacer crítica social y política. Rescato el personaje del payaso, particularmente, el Tony chileno. El payaso en su condición de anfitrión, al igual que el bufón medieval, utiliza como medio el humor para criticar y hacer burla a la autoridad, teniendo inmunidad por enfocarse desde el “entretenimiento”, en donde tienen libertad de palabra y pueden transgredir barreras. El poder queda expuesto, gracias a la ingeniosa sátira del payaso, que no sólo sabe reírse de los demás, sino que también, de sí mismo.
Finalmente, el ingrediente transformador que aglutina todos los anteriores es la resistencia, tanto a nivel individual como colectiva. La primera, desde el arte que funciona como herramienta psicosocial, el circo colabora como terapia tanto para la persona que lo realiza como para la que ve. Fomenta el deporte, la creatividad y la reflexión. También, desde el mismo trabajo para subsistir, en donde eres autor íntegro del proceso creativo. La segunda, como terapia grupal, como momento de encuentro con tu propia comunidad. Y lo trascendente es que el circo al existir, al ejercer su derecho a perdurar, está resistiendo. Existe porque resiste. A las adversidades, a la precariedad, al estigma, a la burocracia, a la autoridad, al plazo implacable del tiempo y espacio. Una protesta inherente a su forma de vida que se desborda en las protestas, sacando el arte a los espacios públicos, generando un impacto a través de intervenciones y prácticas asombrosas, una pertenencia y unión desde el arte, una (re)creación de una identidad cultural. En definitiva, una transformación de la realidad.
En suma, todos los elementos anteriores son esenciales para un cambio, para una propuesta revolucionaria. De esta forma, el circo aporta, participa e impacta en los procesos sociales. Ya no más “pan y circo”, no aceptaremos parches asistencialistas para amortiguar las injusticias y no somos ni seremos cómplices para un entretenimiento sin contenido. Todo esto lo aprendí gracias al circo, gracias al ResisteArte. Se mantiene una incógnita ¿Qué quiso y qué quiere realizar Resistearte? Manifestar lo que nos molesta, imaginarnos un mundo nuevo mediante el arte y (re)construirlo en conjunto. Resistir con, desde, para y por el Arte. Es una respuesta abierta.
Para finalizar, te interpelo ¿por qué necesitamos de un arte revolucionario? Dejemos atrás el proceso social descrito y volvamos al presente. Estamos en plena pandemia que nos ha hecho aislarnos físicamente y paralizar todas las actividades debido a la cuarentena, sin embargo, las artes siguen siendo requeridas realizando una importante labor, que este ocio pueda ser recreativo o productivo, reflexivo o trivial, expresivo o retraído, profundo o superficial y aunque haya ocupado adjetivos contradictorios, de eso se trata, de despejarnos de las cargas propias y expresar las necesidades íntimas, imaginar la liberación humana siendo este el primer paso para apuntar a la misma meta que tiene la revolución, encarnar la libertad individual y colectiva. Como dice nuestra querida Gabriela Mistral “el alma es al cuerpo, lo que el artista hace por su pueblo”.
Abril, 2020
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Bibliografía
Cultura Popular. (2018). Cultura Popular. Recuperado el 9 de Abril de 2020, de Culturapopular.cl: http://www.culturapopular.cl/el-circo-chileno/
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