Cuerpos en riesgo. Consciencia desde el cuerpo y el mundo flexible del circo contemporáneo en la Ciudad de México

Por Valeria Meza Valdéz

LICENCIATURA EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL (2017).

“Cuerpos en riesgo. Consciencia desde el cuerpo y el mundo flexible del circo contemporáneo en la Ciudad de México”

Introducción

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, a la que llamas «espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón. Dices “yo” y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa más grande aún, en la que tú no quieres creer, – tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.

Nietzsche, “Así habló Zaratustra”.

Faltaban cuatro números para que yo saliera a escena y mis manos me estaban sudando tanto que decidí ponerme un poco de magnesia para que se fueran secando. Cada vez que me presento sí o sí me dan ganas de orinar, desde que dan tercera llamada hasta los aplausos finales. Ésta era la primera vez que me iba a presentar en la Karpa de Mente, en una de las varietés que organizan cada mes, pero el problema era que ensayé mi número -de aro aéreo- dos veces ese mismo día en la mañana porque confundí las fechas y creí que me presentaba una semana después. Pero decidí que no iba a tener mayor problema porque era un número que ya había presentado por lo menos dos veces antes y no hago nada muy difícil o arriesgado. De cualquier manera había decidido no usar altura porque ninguno de mis amigos podía riggerearme, además de que yo llevaba mi propio aro que estaba sin forrar, y eso hace que las manos suden mucho más. En definitiva no quería ser “la chica que se mató la primera vez que se presentó en la Karpa”.

Pensaba todo esto mientras faltaban tres números para el mío y me ponía otra capa de magnesia. Durante todo ese tiempo estiré todo lo que se me ocurrió, para presumir la flex pero también para tranquilizarme y concentrarme. Las piernas, los hombros, el cuello, las muñecas, la segunda, el split, mi plegado, mi ladito, mi otro ladito, los dedos, el abdomen, la espalda. Le dediqué más tiempo al split porque aunque me recuperé por completo de mi lesión, tarda más en calentarse, y a la espalda, que me duele siempre y por bajarle un poco al entrenamiento y pasar más tiempo sentada escribiendo la tesis ahora me duele más. Alrededor todos los que se iban a presentar estiraban y calentaban también. Yo tenía puesto mi suéter gigante porque en la Karpa siempre hace muchísimo frío en la noche. Un amigo estaba en la misma colchoneta que yo estirando también mientras nos dábamos ánimos mutuamente. Cuando faltaban dos números para el mío, de la nada se calmaron mis nervios. Pensaba en lo bonita que es la canción que había elegido y las ganas que tenía de bailarla frente a la gente. Como era día de muertos quería algo que más bien sugiriera el tema, y me pareció perfecta. Me senté en posición de loto y seguí moviendo mi cuello en círculos, tenía miedo de que la contractura enorme que tengo me doliera más después de la función o al día siguiente.

…Y entonces seguía yo. Me paré, me quité mi suéter y abrí la cortina para entrar. La luz me daba directamente de frente, y el público era una masa homogénea negra al frente del escenario. Comenzó la música y caminé hasta el frente, donde dejé un paliacate azul con mi magnesia, por si el aro sin forrar me causaba problemas, y una flor de cempasúchil como pretexto. Tomé mi aro y comencé a pendulearme mientras la voz de Mercedes comenzaba, “Por la blanda arena que lame el mar, su pequeña huella no vuelve más…” y entonces entré como en un trance con mi aro y la canción. No había nada más, sólo mi aro y yo frente a toda la gente que nos veía. Ni siquiera sentí el momento en el que me hice esa quemada enorme en la axila que me dolió en la ducha de la mañana siguiente. Mientras giraba en el aro me sentía completamente en paz y parecía como si mi cuerpo se moviera por sí mismo, yo me estaba moviendo pero sin pensar en lo que hacía y sólo fluía con la canción. Quizás era la primera vez que lo sentía, la primera vez que no pensaba en la figura o movimiento que seguía y sólo lo hacía y lo sentía de verdad, y lo disfrutaba de verdad. El encontrarme cegada por las luces y sentirme flotando, volando como en la nada oscura hacía que este sentimiento de sentirme omnipresente creciera, como si yo misma fuera todo y nada. Disfrutaba cada giro, cada roce del aro contra mi piel. Y no había nada más, en esos minutos no existía nada más, sólo mi aro y yo.

El circo es un lugar privilegiado para comprender la magnitud de la exigencia de la flexibilidad del mundo contemporáneo en nuestra actual sociedad de riesgo. Vivimos una situación de inestabilidad e incertidumbre, una permanente sensación de riesgo latente, que si bien ha existido en determinados sectores sociales, no era una condición que se viviera en todo momento desde cada ámbito de la sociedad, como sucede ahora. En el circo se entreveran varios tipos de riesgos, por ello es un espacio etnográfico privilegiado. Por un lado hablamos del riesgo físico, el poner la vida en peligro en escena que siempre ha sido característico del circo. Por otro lado, la condición de precariedad laboral de los artistas escénicos en la actualidad conlleva un riesgo económico y social muy claro.

Dado que yo misma soy parte del grupo que me propuse investigar, me planteé desde el principio ver el circo desde el mismo circo, para encontrar qué podía enseñarnos acerca de la sociedad. Ver, de ser así, cuáles eran las condiciones o posibilidades de resistir y ser contra-hegemónico en este contexto de riesgo.

(…)

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